De la nostalgia informativa a la saturación algorítmica
En mi infancia, las noticias llegaban con retraso, mucho después de los hechos. Salvo excepciones históricas como la muerte de John Lennon (1980) o la caída del Muro de Berlín (1989) -eventos que trascendían el filtro oficial-, el grueso de la información nos llegaba tamizado tras meticulosos análisis sobre qué convenía difundir. Este control buscaba preservar el estatus quo sociopolítico de la época, decidiendo qué merecía ser visto y qué debía silenciarse. Hoy somos rehenes del algoritmo. Al mostrar interés en algún tema -especialmente político, ámbito donde el dinero dicta visibilidad como bien apuntaba aquel político mexicano: "quien se mueve no sale en la foto"- el sistema nos inunda de contenidos afines. Las notas sensacionalistas campan a sus anchas, alimentando mentes ávidas de morbo, mientras las noticias locales languidecen: llegan tarde, descontextualizadas, convertidas en ruido blanco. Creemos elegir libremente, pero en realidad softwares ocultos nos sirven vers...