Drácula no era conde

El novelista irlandés Bram Stoker se inspiró para crear su célebre vampiro humano en un personaje sanguinario que vivió en Transilvania a mediados del siglo XV. Se llamaba Vlad Tepes y era el señor de uno de los tantos principados moldavos de esa época.

Drácula es un sobrenombre que comparte con su padre, también cruel en extremo. Hay quienes dicen que dicho sobrenombre proviene del rumano dracul y que significa "diablo". Lo cierto es que en 1456, el voivoda, es decir, el príncipe (no conde) Drácula empaló a seiscientos sajones. Con esta masacre comenzó su fama tenebrosa, que luego se incrementaría a medida que su lucha permanente contra los turcos se hizo más sanguinaria.

Al príncipe Drácula le gustaba hacer gala de una minuciosidad no por extravagante menos perversa. Uno de sus historiadores relata que, en 1472 le mandó una carta a su soberano, el rey de Hungría, en la cual le anunciaba que procedía a enviarle por vía separada (no se sabe con qué fin) veintitrés mil ochocientos nueve... ¡trozos! de prisioneros turcos muertos por él mediante la técnica del empalamiento. Esta despiadada forma de ejecución consistía en hacer sentar a los prisioneros en un palo aguzado, de modo tal que desgarrara sus entrañas.

En 1476. Vlad fue muerto. Su cabeza, ensartada en una pica, fue llevada a Constantinopla, donde permaneció un año "en exhibición". Nunca nadie sugirió que fuese un vampiro.
En 1730, según afirma G. Klaniczay en un estudio de 1987, se registró en Transilvania una "gran epidemia de vampiros". La escritora Emily Gerard (la cual es citada por el periodista Rolando Riviére, de quien tomamos parte de esta historia) dice en un libro de viajes editado en 1888: "Los campesinos rumanos creen en la existencia del nosferatu, una suerte de diabólico vampiro.

Cada persona que es atacada por un nosferatu se convierte a su vez en un vampiro hasta que se le clava una estaca en el corazón." Estas son las historias que recogió Stoker en el Museo Británico. También el castillo del personaje de Stoker se parece al de Vlad Tepes. Construido en lo alto de una montaña, su irregular arquitectura impide describirlo ordenadamente.

Algunas habitaciones fueron abiertas en la piedra viva. Hay escaleras de caracol que no llevan a ningún lado. Allí vivió, entre sombras, el sanguinario príncipe y ahí también hizo vivir Bram Stoker a su siniestro conde, que rejuvenecía cada vez que bebía la sangre de sus víctimas.

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