No se puede decir que las hojas sean impermeables. Hay que tener en cuenta que por medio de la hoja se establece un intercambio constante entre el ambiente y el vegetal, necesario para la asimilación clorofílica y para que la planta pueda respirar. Además, a través de las hojas hay una constante transpiración, necesaria para permitir la ascensión de las soluciones absorbidas por las raíces. Sin embargo, el vegetal debe evitar que esa transpiración sea excesiva y ponga en peligro su existencia.
Si estudiamos la estructura de las hojas, observamos que varía según los lugares en que crece el vegetal. Los mecanismos de defensa contra una exagerada transpiración se desarrollan más cuando la planta vive en climas calurosos y secos; si en estas condiciones la planta no se defendiese, el agua transpirada no podría ser compensada por la que absorbe por las raíces. La epidermis de las hojas está recubierta exteriormente por una capa de cutina, que es una materia dura de protección natural.
Al nivel de la epidermis de la cara inferior se encuentran gran número de aberturas (estomas), a través de las cuales se establece el intercambio de gases entre la planta y el medio. En cambio, la cara superior de las hojas no suele tener estomas. La cutícula es muy importante porque, como es casi impermeable al agua y a los gases, representa una protección muy eficaz contra la transpiración y permite que se conserve el agua contenida por las células de los tejidos.
La capa cuticular falta en las plantas acuáticas sumergidas, porque, de desarrollarse, constituiría un obstáculo para la absorción de las soluciones que han de ser tomadas directamente del medio. Las hojas flotantes de las plantas acuáticas sólo tienen estomas en la cara superior, pues la inferior está en contacto con el agua. El espesor de la cutícula varía según el medio en que la planta se desarrolla normalmente.
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