En dónde vivo, que es muy cerca de la frontera de los Estados Unidos, Halloween es parte de las celebraciones a los muertos; pocos discuten aun sobre si debemos festejarlo o no. Aquí no se utiliza la frase norteamericana “Trick or treat” (truco o trato), pero tampoco la del centro del país: “No me da para mi calaverita”. Aquí los niños salen disfrazados a pedir dulces a las calles diciendo “Queremos Halloween”; por lo que me imagino que es una mezcla de ambas frases.
Los adolescentes igual salen a celebrar la noche de los muertos, pero no piden dulces, sino que organizan fiestas y ya entrada la noche, se dirigen a las casas de los que odian, como maestros o compañeros de clase, para arrojarles huevos a las puertas de sus casas (si están podridos… mejor). Por lo que en la mañana del día primero de noviembre es común oler en muchas calles el característico aroma de los huevos en descomposición.
Otra práctica, tanto de adolescentes como de estudiantes universitarios, es la de practicar un juego que también incluye huevos. Dicho juego consiste en buscar una calle con ambos sentidos de vialidad en la que exista un camellón que divida ambos carriles, de preferencia sin árboles o malla. Se montan en grupos sobre la caja de camionetas tipo Pick up y se arman hasta los dientes de kilos y kilos de huevos. Cual si se tratara de justa medieval, dos camionetas arrancan a toda velocidad en sentidos opuestos, los pasajeros arrojan la mayor cantidad de huevos posible a sus oponentes y la operación se repite hasta que se termina la munición. Siempre hay heridos pero nada de importancia.
Y Halloween no para ahí, ya que se sigue con la petición de dulces y los disfraces el día 1 y dos de noviembre.
Por cierto que este año yo quería que mi nena se disfrazara de princesa Leia, pero ella decidió ser Campanita (de Disney), tal vez el próximo año.
Nota…. Actualizo…. si se disfrazará de Leia.
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