Lo que conocemos como la Torre de Pisa no es ni más ni menos que el campanario de la catedral del municipio de Pisa, cuya construcción se comenzó hace más de ochocientos años, en 1172. Lo cierto es que ni bien empezó a emplazarse comenzaron los problemas relativos a su inclinación, que primero fue hacia el Norte y luego hacia el Sur.
Los motivos de esta imperfección son la escasa profundidad de sus cimientos, que solo alcanzan los tres metros, y la inestabilidad que ofrece el suelo donde fue construida. Así, cuando se terminó el tercer piso de esta en el año 1178, comenzó a ceder apuntando la estructura hacia el Norte, situación que obligó a parar al proyecto.
Cuando un siglo después se continuó con éste, se procuró que las nuevas plantas se construyeran con un cierto ángulo que contrarreste a la inclinación manifestada. Por la derrota de Pisa a manos de los genoveses en la batalla de Meloria se debió interrumpir nuevamente el trabajo, que se finalizó en 1372 cuando se construyó el campanario. Esta última fase trajo una curiosidad: a causa de todos los artificios realizados para evitar que se desplome hacia un lado, la torre comenzó a inclinarse hacia el otro.
El campanario de la catedral sufrió otros percances que contribuyeron al peligro de colapso. En 1838 se realizó un camino a su alrededor que tuvo como resultado una inundación y un incremento en la inclinación. Esta última circunstancia se agravó cuando en 1934 se vertió cemento en la base para evitar que se produzcan filtraciones.
En la actualidad, y luego de un trabajo de años en el que se abocaron especialistas de distintas disciplinas, puede decirse que la Torre de Pisa se encuentra estabilizada. Esto se debe principalmente al contrapeso que se le impuso y a la tarea de remoción de tierra ubicada debajo de la base. Así, la torre puede visitarse a partir del 2001 sin motivos de peligro.
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