El tema de la infidelidad es algo recurrente. Pasan los siglos y tanto el hombre como la mujer sienten el deseo poderoso de engañar al otro, ¿por que?
Prácticamente no hay quien se salve de estar fuera de alguna forma de infidelidad ¿Por qué? ¿Acaso el ser humano es infiel por naturaleza? ¿Quiénes lo son más: los hombres o las mujeres? ¿Las cadenas del matrimonio son tan pesadas que se necesitan tres para cargarlas?
La infidelidad es un acto de vínculo emocional o sexual cuando ya se ha establecido un compromiso en una relación de pareja: noviazgo, unión libre o matrimonio. Es uno de los fenómenos contemporáneos más recurrentes.
El problema no es nada nuevo. En la Roma Antigua y cristiana, el amasiato era común. No así en la Edad Media, que se castigó rigurosamente, sobre todo a las mujeres adúlteras. En la época victoriana, las relaciones fuera del matrimonio fueron harto conocidas. En tanto que en la era moderna, en donde ha sido más viable realizar estadísticas, encontramos que este tipo de prácticas es de lo más cotidiano.
Así, el compromiso, es decir, aquel pacto de exclusividad en el ámbito emocional y sexual que supone cualquier relación de pareja, es uno de los más vulnerados. "Una aventura", un encuentro sexual ocasional o una relación de amasiato son obstáculos que continuamente enfrentan el noviazgo, la unión libre y el matrimonio.
Las causas son diversas y complejas. El machismo, como patrón cultural de comportamiento, juega un papel importante en los varones. Bajo su mirada, es digno de admiración quien puede tener dos o más relaciones al mismo tiempo ("la catedral y sus capillitas"). Al igual quien además de tener novia o esposa, se aventura a más conquistas ocasionales o simples encuentros sexuales. Sobre todo si estas damas son codiciadas por su belleza. El infiel es envidiado y él se siente orgulloso de ello.
La mujer, por su parte, en la vida moderna y al haber salido del ámbito doméstico, también tiene más oportunidades. La interacción con más hombres en el trabajo, la oficina, el club, la escuela, entre otras actividades, la pone ante la situación de acercarse a la infidelidad. Para los varones, esta nueva dinámica social multiplica las posibilidades. Es evidente, además, que quien quiere ser infiel no necesita ir muy lejos para buscarla ocasión. Es claro, por otro lado, que este contexto de "tentaciones" no libera de la responsabilidad de su conducta a cada uno de los miembros de la pareja.
En el fondo de toda infidelidad hay un denominador común, la necesidad de suplir una carencia: psicológica, sexual, afectiva, o todas a la vez. Si no, veamos las siguientes causas más recurrentes: resentimientos y alejamiento emocional entre ambos integrantes de la pareja, la atracción sexual de otras (os), el deseo de vivir nuevas experiencias para salir de la rutina, las separaciones prolongadas, disfunciones sexuales de la (el) compañera (o), venganzas conscientes o inconscientes hacia el cónyuge por infidelidades reales o imaginarias, celos o llamar la atención de la pareja.
La infidelidad tiene consecuencias muchas veces graves, sobre todo cuando es descubierta. Hay una pérdida de la confianza que es difícil recuperar; después de este hecho, en diversas ocasiones tienen lugar la separación o el divorcio. Esto genera una desintegración familiar. Luego del evento pueden ocurrir agresiones físicas o emocionales, venganzas de distinta índole, del tipo "ojo por ojo, diente por diente". También ocurren hechos dignos de la nota roja como homicidios y más aún.
Sin embargo, las menos de las veces y sólo en algunos casos, la infidelidad es funcional a la pareja, es decir, ayuda. ¿Cómo? Resulta que con frecuencia las parejas entran en una dinámica de conflicto en donde los resentimientos están a flor de piel. Cuando uno de los cónyuges empieza a experimentar cierta ilusión o agrado por iniciar una nueva relación sin que la compañera (o) se entere, operan básicamente dos sentimientos:
Alegría (entusiasmo) porque se siente importante y valorado (a) por alguien. Experimenta culpa porque en cierto nivel de conciencia se sabe que no es correcto lo que se está haciendo. La agresividad suele disminuir, por un lado, cuando se está "ilusionado" porque la energía se canaliza hacia ese estado emocional y porque con la culpa a cuestas se puede hasta hacer algo por agradar a la novia (o) u esposa (o). No es raro que en este tipo de situaciones haya regalos costosos no sólo para la amante sino también para la esposa.
Entonces, el cambio de cualquiera que baja la guardia, en cierta medida influye para que el otro ya no ataque. Resultado funcional: con el tiempo la aventura es sólo un recuerdo, se empiezan a olvidar ciertas ofensas y se continúa con renovados bríos el matrimonio.
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