Hay quienes sostienen que todo ser viviente tiene un aura. Estas emanaciones, que supuestamente rodean el cuerpo, responden a estados emocionales y nos dan indicaciones sobre su salud. En 1939, un científico ruso descubrió de forma accidental que se podía fotografiar lo que resultó ser un aura. Puso su mano sobre una placa fotográfica y pasó una corriente eléctrica de alto voltaje a través de la misma. Cuando reveló la película, una increíble muestra de colores, como fuegos artificiales, rodeaba la huella de la mano. Pronto se percató de que cualquier organismo vivo creaba la misma impresión fantasmal en un proceso que más tarde se conocería como la fotografía de Kirlian.
Las auras más impresionantes eran las producidas por las hojas recién cortadas de los árboles. La impresión fotográfica mostraba no sólo el perfil de la hoja sino también las partes no vivibles. Esta impresión fantasmal se utilizó para probar la existencia del espíritu sobrenatural que hay alrededor del cuerpo físico de cualquier organismo vivo.
Las investigaciones científicas cobraron aun más fuerza con los nuevos descubrimientos. El «aura» de Kirlian se explicaba por medio de descargas eléctricas que creaban efectos de ionización alrededor de objetos que quedaban grabados en la película. El espectro de la hoja parecía resultado de una contaminación de la placa fotográfica. Muchos científicos dejaron de creer en el significado del efecto Kirlian, aunque algunos abogados rusos reclamaron que se usara como un instrumento de diagnóstico útil para la medicina. Así que, dados los precedentes, ¿existe realmente el aura?
Todo ser vivo se activa con radiación electromagnética, que se extiende más allá de su cuerpo configurando el aura. Formo limitado de nuestros sentidos, no podemos detectar muchas de estas emanaciones, pero algunos seres son muy sensibles a ellas.
Como todas las criaturas de sangre caliente, los humanos resplandecemos como una bombilla bajo los rayos electromagnéticos que conocemos como calor. Podemos ver esta aura de calor sólo a través de cámaras termográficas que muestran las variaciones de la temperatura corporal en diferentes colores: los carrillos enrojecidos, la nariz helada y los lóbulos de las orejas anaranjados y el pelo y las uñas de color azul.
Las cámaras termográficas son tan sensibles que se usan para detectar las altas temperaturas causadas por la artritis y por los tumores. Su uso en la medicina moderna tiene una conexión intrigante. Tradicionalmente han sido las serpientes las criaturas que más se han asociado a la profesión médica: de un ser que podía matar fácilmente se creía que poseía también poderes para dar la vida; además, su habilidad para renacer, gracias a sus mudas de piel, confirmaba su capacidad de rejuvenecerse.
El dios griego de la medicina, Asclepio, siempre tenía serpientes alrededor y se creía que era capaz de transformarse en una serpiente con sólo desearlo. Aún hoy en día, en el emblema de la profesión médica, aparecen dos serpientes enlazadas, y hoy sabemos que algunas serpientes tienen poderes que superan las mejores cámaras termográficas.
El sistema de imágenes de calor de varias serpientes no es el utilizado para el diagnóstico pero, como las cámaras de un hospital, analiza cuerpos vivos. Las serpientes han desarrollado dos técnicas termográficas diferentes para atrapar a sus presas: el par de lunares de las víboras (situados a los lados de la cabeza, tras las ventanas de la nariz) como las de la serpiente cascabel o la africana, que tienen un alto grado de sensibilidad al calor, y la técnica de los boidos, grupo que incluye la boa constrictor, la pitón y la anaconda, que tienen hasta más de trece. Cada lunar actúa como un ojo, pero uno de ellos focaliza el calor en lugar de la luz. En vez de en la retina, la imagen cae en una parrilla de 7.000 terminaciones nerviosas que son tan sensibles que pueden detectar un cambio de tan sólo 0,003°C. Los lunares reaccionan más rápido que una cámara termográfica y registran un cambio de temperatura a razón de 35.000 veces por segundo.
Los órganos carecen de la resolución de una visión normal, pero llegan a discernir con facilidad el aura de su presa en la más absoluta oscuridad. Incluso, pueden ver los rastros espectrales que deja el calor de las huellas de aquélla. Cuando encuentran a su presa, unos sensores bucales adicionales les guían para realizar el ataque fatal.
Otros depredadores, como el vampiro, también han descubierto la capacidad de percibir el calor de los cuerpos. El vampiro, al igual que la serpiente pitón, tiene poderes sobrenaturales. Por raro que parezca, el área de piel alrededor de su nariz le guía hacia el calor de la sangre de sus víctimas. Su nariz está cubierta por un tejido que la afila del calor de su propio cuerpo y la mantiene a una temperatura 9°C más baja. Es muy sensible a otras fuentes de calor, en especial a las que son desprendidas por la sangre de los tejidos de sus presas; así, cuando el vampiro está cerca de su víctima, la piel de su nariz le conduce hacia las partes más nutritivas de la misma.
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