Es más de medianoche y la jornada ha sido muy larga en el restaurante en el que trabajas. Sólo te queda reparar ese estante roto de la cámara de congelación y luego te irás a casa. Al penetrar en aire gélido, decides que sería una buena idea ponerte la sudadera, pues vas a tardar algunos minutos en solucionar el problema. Empujas la puerta pero ésta no se abre. Intentas accionar el tirador de seguridad y de pronto descubres que el estante no es lo único que está estropeado. Piensas: «Y ahora, ¿qué voy a hacer?». Estás solo y es inútil pulsar el timbre de alarma. Echas un vistazo al reloj y te das cuenta de que deberán transcurrir seis horas antes de que llegue el personal para servir los desayunos...
¿Qué harías en una situación como ésta? En primer lugar, echa una ojeada a tu alrededor para comprender a lo que deberás enfrentarte:
- Probablemente, la temperatura oscilará entre O °C y —10 °C, que es la temperatura correcta con arreglo a las normativas relacionadas con las cámaras frigoríficas.
- El techo, las paredes y la puerta tienen un grosor de 10-15 cm, y están fabricadas de algún tipo de espuma aislante, como por ejemplo el poliuretano, revestida de placas de acero galvanizado, acero inoxidable o aluminio.
- El suelo está cubierto de acero galvanizado, acero inoxidable o aluminio.
- Hay estantes de acero inoxidable repletos de bolsas de plástico llenas de carne, pescado y otros productos alimenticios congelados.
- Una lámpara resistente al vapor proporciona una tenue iluminación.
- Una hilera de gruesas cortinas de plástico cuelgan del umbral de la puerta.
Básicamente, te hallas en el interior de una caja metálica gigantesca, herméticamente cerrada y extremadamente fría. En consecuencia, deberás preocuparte de tres factores específicos:
- Hipotermia
- Congelación
- Suministro de aire
La temperatura interna normal del cuerpo de una persona sana es de 37 °C. La hipotermia se produce cuando dicha temperatura desciende significativamente por debajo de lo normal:
- Hipotermia leve: temperatura interna del cuerpo entre 34 °C y 37 °C.
- Hipotermia moderada: temperatura interna del cuerpo entre 23 °C y 32 °C.
- Hipotermia severa o profunda: temperatura interna del cuerpo entre 12°C y 20°C.
Una persona que sufra hipotermia se sentirá cansada y confusa. Puede experimentar un descenso en el ritmo de la respiración y la capacidad de habla, seguido de una pérdida de sensibilidad o movimiento de las manos. Los aquejados de hipotermia severa corren el riesgo de sufrir un paro cardíaco e incluso la muerte.
Para evitar la hipotermia, hay que mantener la temperatura interna del cuerpo, y la mejor manera de hacerlo consiste en utilizar algún tipo de protección contra el frío.
El calor corporal se pierde de muy diversas formas. Pierdes calor cuando respiras y sudas. Las grandes áreas de la piel expuestas al sol irradian muchísimo calor. El calor también se puede perder cuando el cuerpo entra en contacto con superficies frías, tales como la nieve, o en este caso, un metal extremadamente frío. Afortunadamente, no todo está perdido, pues dispones de algunas herramientas útiles.
Si has entrado en la cámara frigorífica para reparar un estante, sin duda llevarás un rollo de cinta aislante en el bolsillo y una herramienta de múltiples usos, como por ejemplo un Leatherman o Bucktool, con la que podrías cortar las cortinas de plástico del umbral de la puerta y confeccionar un traje o una tienda para aislarte del frío. Si trabajas deprisa, podrías mantener una temperatura corporal próxima a la normal hasta haber terminado la protección aislante, dado que has estado consumiendo energía para confeccionar el traje o la tienda. Asimismo, podrías utilizar algún retal sobrante de plástico o cartón para colocar en el suelo y sentarte. De este modo, no estarías en contacto con el suelo metálico, que es un buen conductor de la energía.
Para evitar la congelación, debes asegurarte de que las extremidades están cubiertas y protegidas del frío. La tienda o el traje de plástico te ayudarían. La cabeza irradia una increíble cantidad de calor corporal. Así pues, si llevas una camiseta lo bastante larga, corta un poco de tela del dobladillo —procura no dejar ninguna área de piel descubierta— y utiliza el material y un poco de cinta aislante para confeccionar un sombrero o una especie de pañuelo para la cabeza y un par de mitones. Esto protegerá las manos, la cabeza y el rostro de la congelación y también contribuirá a reducir la cantidad de calor que emana de tu cuerpo y de la exhalación al respirar.
Ahora que ya sabes lo que debes hacer en relación con la hipotermia y la congelación, ¿qué sucede con el aire? Supongamos que estás encerrado en una cámara de congelación de 6 x 3 x 2,4 m y que es totalmente hermética. Esto significa que dispones de 43,2 m3 de aire para respirar. Inicialmente, el aire está formado por un 20 % de oxígeno y casi O % de dióxido de carbono. Cada Vez que respiras, el cuerpo consume oxígeno y libera dióxido de carbono. Inhalas aire formado por un 20 % de oxígeno y 0 % de dióxido de carbono, y exhalas aire formado por alrededor de un 15 % de oxígeno y un 5 % de dióxido de carbono.
Una persona en estado de reposo respira alrededor de 2.800 m3 de aire al día. Si lo calculas, comprobarás que necesita aproximadamente 150 m3 diarios de oxígeno puro. La cámara frigorífica contiene 320 m3 de oxígeno puro. Al ser humano le bastan concentraciones de oxígeno del 10 % poco más o menos para mantenerse en perfectas condiciones, de manera que hay el suficiente oxigeno para sobrevivir un día entero en un congelador de este tamaño. Con todo, no conviene correr ni saltar; el oxígeno es un elemento valiosísimo en un entorno de este tipo.
La otra cara de la moneda es el dióxido de carbono. Cuando la concentración en el aire de este compuesto químico se sitúa por encima del 5 %, es fatal, Al 2 %, el ritmo de la respiración se acelera considerablemente y el individuo se debilita. En una cámara de semejantes dimensiones, la presencia de una cantidad excesiva de dióxido de carbono constituye un problema mucho mayor que el de escaso oxígeno. Transcurridas seis horas, los efectos del envenenamiento por dióxido de carbono son apreciables.
Imaginemos que has tenido éxito con la tienda, el sombrero y los mitones. Seis horas más tarde, cuando llegue el personal del restaurante, es muy probable que te sientas mareado, debilitado o desorientado como consecuencia de la inhalación de dióxido de carbono. Asimismo, y en el mejor de los casos, es casi seguro que sufrirás una hipotermia leve, de manera que hablarás con lentitud y el movimiento de las manos será limitado.
Necesitarás aire fresco, tal vez oxígeno adicional, así como tratamiento para la hipotermia. En cualquier caso, si no presentas todos estos síntomas, es aconsejable acudir a urgencias del hospital más próximo para recibir atención médica.