Ver el choque entre dos gigantescos luchadores japoneses de sumo hace que el espectador se pregunte cómo sobreviven a la contienda. De hecho, en sus orígenes la lucha era a muerte. Hoy, el objetivo último de los 800 o más luchadores profesionales (o rikishi) en Japón es alcanzar el grado de yokozuna, supremo campeón de sumo, ciertamente un honor reservado a unos cuantos.
Tan elevadas son las normas del sumo que sólo ha habido menos de 100 yokozunas en la historia de este deporte, que se remonta a más de 2 000 años. A lo largo de los siglos han sido pocos los cambios del sumo, que fue el primer arte marcial. Sus orígenes están ligados a la creencia japonesa en el sinto, el "camino de los dioses", donde triunfar brinda el favor divino. De aquí el elaborado ritual que rodea a una contienda de sumo.
Combate de los puros
El ruedo de arcilla donde se pelea es en sí un sagrado santuario. Una vez dentro, el rikishi aplaude para llamarla atención de los dioses e indicar la pureza de su propio corazón; se sacude el taparrabo para arrojar a los malos espíritus, y alza los brazos para mostrar que no lleva armas. Después realiza su gesto más dramático, el shiko. Con la mano izquierda sobre el corazón y el brazo derecho extendido hacia el Este, levanta la pierna derecha lo más alto posible y la deja caer con toda su fuerza. Luego efectúa con la izquierda la misma patada poderosa. Después se purifica a sí mismo y al ruedo al verter sal, limpiarse y enjuagarse la boca con agua. Por último, los adversarios dedican tres o cuatro minutos a intimidarse mutuamente con muecas y posturas amenazantes.
Fuera los ayudantes
La lucha es breve y brutal. Los luchadores no deben golpear con el puño cerrado, jalar del cabello, picar los ojos, patear el vientre, agarrar la parte del taparrabo que cubre los genitales ni asfixiar al adversario. Todo lo demás es válido. El resultado es un atronador choque que raras veces dura más de 10 segundos. Los rikishi se lanzan uno contra el otro, y la contienda termina cuando cualquiera de ellos cae al piso o sale fuera del círculo, que mide 4.60 m de diámetro.
Pese a su enorme talla, los luchadores de sumo deben ser veloces y flexibles. El peso es factor decisivo para triunfar, y los rikishi comen enormes raciones de guisados con alto contenido de proteínas para aumentar el peso en la parte inferior del cuerpo y bajar el centro de gravedad. En promedio, su peso es de 135 kg. En 1988, Konishiki, el luchador que más ha pesado, alcanzó 252 kg, equivalente al peso de cuatro hombres de talla y estatura normales.
Todos los luchadores de sumo están obligados a ingresar en eI heya o establo. Y viven juntos una vida de celibato en una especie de cuartel, con excepción de los rikishi de mayor éxito.
Cuando concluye su carrera profesional, los luchadores de sumo adelgazan rápidamente, bajando en unos cuantos meses al peso normal propio de su estatura y complexión.
Ahora bien, los años de mucho sobrepeso tienen consecuencias: un ex rikishi vive en promedio 64 años.
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