En algunas partes del Asia tropical pueden verse árboles que brillan en la oscuridad: árboles aislados en los que ondean señales luminosas de arriba abajo, e hileras de ellos en que la luz salta de unos a otros.
Este efecto extraordinario no lo causan los propios árboles, sino el centelleo simultáneo de miles de luciérnagas reunidas en las ramas. Si se observa de cerca se descubrirá que en cada rama se hospedan muchas especies distintas de estos insectos luminosos.
Por qué ocurre esta exhibición masiva, no se entiende del todo; pero se sabe por qué las luciérnagas brillan al volar solas, y cómo producen luz.
Las luciérnagas se iluminan para encontrar pareja. El macho de una especie común en América del Norte, Photinus pyralis, brilla mientras vuela. La hembra, que lo distingue desde el suelo, centellea a cierto ritmo, único de su especie. El macho reconoce esta señal y desciende hacia la nueva compañera.
Es posible que esta luz también sirva como señal de alerta, para los probables depredadores, del sabor amargo de estos insectos. Aunque no siempre funciona: ciertas ranas comen tantas luciérnagas que ellas mismos brillan.
Las "linternas" de las luciérnagas contienen oxígeno y una sustancia llamada luciferina. La reacción química entre ambas produce luz. Una enzima —la luciferasa— ayuda a acelerar el proceso, y esto, a su vez, intensifica la luz.
¿Cómo participan los cristales en todo esto? En la "linterna", detrás de la luciferina emisora de luz, hay una capa de cristales de urato de amonio, la cual ayuda a esparcir la luz y aumenta la eficacia de tan singular y maravilloso sistema natural de señalización.
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