Casi todos conocemos este fenómeno: estamos tan contentos y de repente, el buen humor se evapora. Se siente uno totalmente abatido, lo ve todo de color negro sobre negro, se apodera de tu ánimo la desgana, y se reacciona a la más pequeña contrariedad con extraordinaria y súbita violencia.
¿Por qué ocurre esto? Las oscilaciones inexplicables del humor derivan de exigencias que nos hemos planteado a nosotros mismos mismos, muchas veces inconscientemente, y que según hemos comprobado en determinada situación no va a cumplirse. Cuando intentamos reiteradamente alcanzar algo, ese objetivo se interioriza poco a poco y luego nuestra memoria lo evoca automáticamente todas la veces que se produce una situación propicia, y sin que el proceso pase necesariamente por la mente consciente.
En un experimento, los científicos plantean a sus colaboradores una serie de problemas, parte de los cuales eran prácticas insolubles. De los voluntarios del grupo, la mitad habían sido programados para el éxito administrándoles un test psicológico previo. Resulto que sólo los individuos de este grupo se enfadaban cuando no conseguían resolver las dificultades. A los demás que no habían sido "vacunados para triunfar", los éxitos y los fracasos les afectaron bastante menos.
Por fortuna, parece ser que este mecanismo también funciona en el aspecto positivo. Cuando alcanzamos una meta que nos habíamos propuesto, esa circunstancia puede influir muy favorablemente en nuestro buen humor, el "subidón" se nos presenta de panera tan repentina e injustificada como en el otro caso.