Escribe tus memorias, no una autobiografía.
Una autobiografía es el relato de toda una vida; una memoria es un recuerdo sobre esa vida. Sólo puedes llegar a escribir una autobiografía, pero puedes narrar muchas memorias. Si lo concibes así, resulta un proyecto menos intimidante.
Haz un diagrama de tu vida.
Algunas personas sólo tienen una historia que les parece valiosa o digna de contar, y otras no logran recordar ninguna. Tristine Rainer, autora de Your Life as Story, aconseja hacer un diagrama de vivencias para ver las cosas en perspectiva. Rememora tu pasado, pide ayuda a un amigo o a tu pareja e identifica los seis momentos más relevantes de tu vida. Si haces esto a conciencia y con honestidad, sin duda te vendrá a la memoria algún suceso que dejó huella en ti por su importancia, encanto o misterio. Si no recuerdas ninguno, no te preocupes: hay muchas formas de diagramar una vida. Intenta dividir la tuya por decisiones críticas, personas influyentes, conflictos, creencias, lecciones e incluso errores. Experimenta hasta que encuentres la historia que deseas contar, la experiencia que te marcó.
No empieces por el principio.
Evita contar tu historia cronológicamente; es un estilo demasiado predecible. Piensa en tus libros favoritos: la mayoría no empiezan por el principio, sino que te atrapan con intrigas y acciones inmediatas. Un buen comienzo es el que ofrece a los lectores suficiente acción para cautivarlos, sin revelar el desenlace; después, introduce el relato cronológico y enriquécelo con detalles coloridos y relevantes.
Usa todos tus sentidos.
Los mejores escritores crean mundos fascinantes para que los lectores se apropien de ellos y los habiten; en cambio, quienes escriben memorias por primera vez suelen producir borradores planos. Para transportar a los lectores (y a ti mismo), escribe con detalles vívidos. Esto se logra usando todos los sentidos para recrear con exactitud tus experiencias. Puedes aprender a hacerlo sin necesidad de tomar clases. La próxima vez que esperes en un restaurante, un consultorio médico o incluso en el tráfico, pon atención a las imágenes, los sonidos, los olores y las texturas. Esto es lo que hacen los escritores, tanto en la realidad como en sus narraciones.
Ejercítate escribiendo.
La práctica hace al maestro. Proponte escribir 200, 500 o 1,000 palabras al día, a una hora fija (por ejemplo, por la mañana), y sé disciplinado. No te preocupes por redactar perfectamente; sólo concéntrate en relatar la historia (después podrás pulirla). Relájate. Las memorias son el tipo de literatura más fácil de escribir. Ya hiciste la investigación y estás familiarizado con los personajes; sólo necesitas contarlo.