Si de veras quiere triunfar
POR JOHN ANDERSON
Arnold Schwarzenegger comenzó a levantar pesas en la adolescencia, cuando era un jovencito delgaducho que vivía en Austria con sus padres, los cuales vieron con recelo que su hijo practicara ese deporte. Iba al gimnasio tres veces a la semana, y todas las noches se ejercitaba varias horas en casa. En la actualidad, este hércules convertido en actor es el más poderoso imán de taquilla de la historia del cine y uno de los hombres más acaudalados del mundo de la farándula.
Cuando Condoleezza Rice asistía a la escuela de enseñanza media, le dijeron que según indicaban los resultados de sus exámenes, quizá no podría tener un buen desempeño en la universidad. Pero ella no hizo caso del vaticinio. Siguiendo el ejemplo de sus abuelos varones —uno de ellos llegó a tener tres empleos simultáneos para poder mantener a su familia, y el otro obtuvo un título profesional en 1920—, la muchacha se dedicó a estudiar con tanto empeño que consiguió ingresar en la Universidad de Denver a los 15 años de edad y se recibió a los 19. Hoy en día, a sus 41 años, Condoleezza Rice es la empleada administrativa de alto rango más joven de la historia de la Universidad Stanford, así como la primera mujer y la primera persona de raza negra en ocupar ese prestigioso puesto.
¿Qué llevó a estas dos personas tan distintas a alcanzar la cima en sus profesiones? Schwarzenegger identificó el factor que lo condujo al éxito en una reciente entrevista de televisión: "La perseverancia", dijo. "El trabajo arduo, mucha disciplina y un pensamiento positivo".
Sea cual sea el campo de actividad al que uno se dedique, es importante tener ambición y entusiasmo. Sin embargo, en mi calidad de psicólogo de deportistas, ejecutivos, artistas y jóvenes, he descubierto que los que alcanzan las cumbres más elevadas en su profesión u oficio no forzosamente son los que poseen más talento innato, sino los que trabajan con ahínco hora tras hora, los que se esfuerzan al máximo por hacer realidad sus ilusiones.
Un estudio llevado a cabo recientemente por colegas psicólogos corrobora la importancia del trabajo arduo y la tenacidad. En 1988 K. Anders Ericsson, psicólogo de la Universidad Estatal de Florida, y unos colegas alemanes compararon el desempeño de 20 músicos jóvenes divididos en dos grupos. Los diez miembros del primero fueron considerados "virtuosos en ciernes", mientras que los otros diez eran simplemente "buenos". Ericsson incluyó también en el estudio a diez violinistas de orquestas de renombre internacional, como la Filarmónica de Berlín. Los jóvenes de los dos primeros grupos llevaban registro del número de horas que dedicaban a practicar, y los tres grupos proporcionaron a los psicólogos un cálculo del tiempo que solían practicar hasta antes del estudio.
Ericsson analizó los datos de los jóvenes ejecutantes y descubrió que, para cuando cumplieron 20 años de edad, los del grupo de los "buenos" habían practicado en promedio 7500 horas, un total impresionante. Sin embargo, "los virtuosos en ciernes" habían dedicado a la práctica la friolera de 10,000 horas (equivalentes a más de un año de trabajo ininterrumpido). "Es como la diferencia entre un estudiante recién ingresado en la universidad y uno de tercer año", señala Ericsson. Además, el tiempo total de práctica de los "virtuosos en ciernes" casi era el mismo que el de los violinistas profesionales cuando tenían la misma edad.
Por supuesto, no es lo mismo trabajar con dedicación que extenuarse inútilmente. Machacar por machacar no sirve de nada. Es muy importante perseverar, sí, pero no basta. Para que la constancia rinda frutos es preciso trabajar con eficacia. He aquí nueve caminos, para lograrlo:
Defina sus objetivos. Como asesor del equipo de esquiaje olímpico de Estados Unidos, he visto a los competidores de la prueba combinada de esquí nórdico de mi país pasar del último lugar en una competición de 12 equipos en 1994, al cuarto lugar del mundo. Y pronostico que en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1998 quedarán en primer lugar. Mi optimismo se debe a que, luego de su derrota en 1994, se trazaron el objetivo de regresar a casa con un cargamento de medallas y desde entonces se han estado entrenando con ahínco. Cuando las cosas no les salen bien, visualizan esa meta y esto los anima a perseverar.
A diferencia de la virtud, el trabajo arduo no es en sí mismo una recompensa; es necesario tener una meta clara. Establezca sus objetivos desde el principio y luego dedique todas sus energías a conseguirlos.
Organice su tiempo. El psicólogo Gary Forrest ha escrito 14 libros sin tener que descuidar su práctica clínica, y ha podido hacerlo porque sigue un sistema de trabajo en el que "escribir tiene la máxima prioridad". Todos los lunes, a las 9 de la mañana, se sienta a escribir hasta las 11:30. Luego sale a correr, regresa a tomar el almuerzo y después reanuda la escritura hasta las 4 de la tarde. No se deja interrumpir por llamadas telefónicas, mandados ni asuntos familiares. Escribe cada dos o tres días, pero el lunes es sagrado porque entonces planea la labor de la semana.
No se puede perseverar "de cuando en cuando". Para que el trabajo reporte beneficios debe ser sistemático, riguroso y gratificante.
Avance paso a paso. En mi trabajo suelo hablar a los deportistas y ejecutivos- de la "regla del uno por ciento". No trate de llegar a la cima en una sola escalada; es preferible tratar de mejorar sólo en uno por ciento el desempeño anterior. Una de las razones por las cuales los esquiadores estadounidenses han mejorado en forma constante su rendimiento es que no trataron de empezar la casa por el tejado. Calcularon que con mejorar sus tiempos en dos por ciento al año podrían vencer a los equipos más poderosos (los de Japón y Noruega) en los próximos Juegos Olímpicos de Invierno.
Corrija sus fallas. En vez de repetir lo que le agrada y realiza bien en su trabajo, concéntrese en los aspectos que requieran perfeccionamiento. En cierta ocasión unos colegas míos se dieron a la tarea de averiguar por qué algunos ejecutivos competentes fracasaban. En su libro Lessons of Experience ("Las lecciones de la experiencia"), Morgan McCall, Michael Lombardo y Ann Morrison explican que dichos hombres y mujeres sólo hacían uso de sus aptitudes y no se esforzaban por remediar —y ni siquiera por identificar— sus deficiencias. Al final los puntos débiles los llevaron al fracaso.
Dése alicientes. Muchos deportistas flaquean porque programan sus sesiones de entrenamiento sin pausas de descanso y no se retribuyen por sus logros.
Sea cual sea su campo de actividad, dese siempre un incentivo. Si consigue acabar el trabajo del día, prémiese viendo una buena película. Si cumple con el plan de ejercicios del mes, cómprese un par de tenis nuevos. La recompensa lo animará a seguir esforzándose.
Analice su desempeño. Tony Gwynn, jardinero de los Padres de San Diego, ganó en 1995 el campeonato de bateo de la Liga Nacional de Beisbol de Estados Unidos por sexta ocasión. Una de las razones de su éxito es su colección de cintas de vídeo. Gwynn manda grabar cada una de sus oportunidades al bate; luego estudia la cinta y en la sesión de entrenamiento del día siguiente trata de corregir sus errores.
En los negocios y la escuela es difícil llevar un registro visual. Sin embargo, al final de cada día, hora de estudio o periodo de entrenamiento usted puede reflexionar y preguntarse: ¿Qué he logrado hoy? ¿En qué tengo que esforzarme más? ¿Qué debo preparar para mañana?
Haga siestas. Además de descubrir que los "virtuosos en ciernes" practicaban más horas que los otros jóvenes músicos, K. Anders Ericsson hizo otro hallazgo asombroso: aquéllos solían hacer siestas. Tras un lapso agotador de trabajo, un momento de reposo, por breve que sea, reaviva el cuerpo y la mente para reanudar la actividad.
He conocido a muchas personas, especialmente ejecutivos, que piensan que perseverar significa trabajar sin descanso. Seguir esforzándose cuando uno ya está fatigado suele ser contraproducente. Cuando uno está cansado comete errores que más adelante será necesario corregir. Peor aún, el agotamiento puede llevarlo a trabajar con descuido, y la negligencia, volverse costumbre. Incluya en su horario pausas de reposo. En casa es posible hacer la siesta, pero aun en la oficina hay que aprender a aminorar la marcha luego de un rato de trabajo arduo.
Apóyese en su familia. Aunque uno tenga un objetivo muy importante, es difícil lograrlo solo; necesitamos apoyo, que alguien nos aliente. Cuando yo era entrenador de un equipo infantil de baloncesto, acostumbraba pedir a los padres de los niños que asistieran a los entrenamientos y a los partidos; el entusiasmo que mostraron rindió frutos. En cierta ocasión un alumno mío les preguntó a unos deportistas cuál era la razón de su éxito y ellos mencionaron dos: la persistencia y el apoyo de sus padres."
Haga que su cónyuge, sus hijos y sus compañeros de trabajo conozcan sus objetivos y explíqueles cómo pueden ayudarlo a conseguirlos. Usted necesita su apoyo, y ellos también necesitan que usted los aliente a alcanzar sus metas.
No se distraiga. Cuando estaba yo estudiando el doctorado en la Universidad del Sur de California, pasaba los fines de semana recluido en un estudio que improvisé en la cochera. Un domingo, un amigo mío llevó a mi familia de paseo a Disneylandia, de donde más tarde me llamaron .por teléfono:
—¡Oye, John! ¡Apuesto a que te gustaría estar aquí con nosotros!
Les contesté con un gruñido, pero luego me lamenté de mi situación: estaba sentado solo, en una cochera sofocante mientras los demás se divertían. Entonces recordé por qué estaba allí: quería ser el doctor Anderson, y me gustaba pensar que algún día iba a lograrlo. Así pues, me olvidé del calor y de la llamada telefónica y reanudé mi trabajo.
Como escribió el novelista Joseph Conrad: "En el trabajo uno encuentra la oportunidad de conocerse a sí mismo". Si para usted el trabajo es un castigo, nunca conseguirá sus objetivos. Trabajar con empeño tiene sus inconvenientes, sus momentos difíciles y penosos. Habrá momentos en que se sentirá tentado a claudicar, pero recuerde que cada tropiezo nos deja un beneficio.
El que persevera alcanza.
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