Si la única invitación que has recibido en tu vida es para abandonar el salón de clases, quiere decir que no tienes mucha experiencia al respecto. Ser un invitado es mucho más que aprovecharse de la hospitalidad del buen samaritano que abre las puertas de su casa (aunque es casi inevitable no hacerlo). Revisa algunas reglas básicas que, con la práctica, te convertirán en un verdadero caballero.
No finjas: si alguien se atreve a invitarte es porque le agrada tu forma de ser. Compórtate de la forma más natural posible, aunque es importante que no entres inmediatamente en confianza con la gente que no conozcas (los zapes y zancadillas no están en discusión), a menos que ellos mismos te den la pauta.
Luce bien: con esto no queremos decir que uses rigurosa corbata ni traje de cola de pingüino. Si es la primera vez que vas a casa de Luchita, trata de bañarte, peinarte y vestir una indumentaria limpia y sin agujeros. Tus anfitriones lo agradecerán, ya que le estarás dando la importancia requerida a la invitación.
El regalo: lo más común es que te inviten a comer o cenar. Una forma de quedar bien desde un principio es llevar algún presente a la familia o amigos en cuestión. Puedes probar con un postre, refrescos o, si la reunión va para largo, un buen vino.
La comida: aquí se comprobará qué tan educado y refinado eres. Cuando alguien llegue a la mesa, en especial si es una dama, párate y no te sientes hasta que ella lo haga; nunca hables con la boca llena, adornar la cara de tu suegra con unos fideos no es muy agradable; usa los cubiertos correctamente y por favor, no pidas más de una ración de comida, por muy rica que esté.
La bebida: modera al máximo tu consumo, a pesar de que tengas una reconocida fama de alcohólico. Pero ojo, por cortesía debes aceptar una, dos o tres copas, tampoco se trata de ser un pedante. Si no puedes controlarte, prepárate para ridiculizarte a ti, y a la prole que te acompaña.
Conversación: si la persona que te invitó tiene que ausentarse por unos momentos, y te quedas solo con su familia y amigos (que obviamente acabas de conocer), trata de platicar con ellos sobre algún tema interesante. Contrario a lo que se piensa, la política, el sexo y los extraterrestres pueden derivar en una buena conversación. Evita esos largos y molestos silencios.
Servicial: es muy agradable ver a un invitado ayudar en las labores domésticas. Puedes levantar los platos, servir el café o preguntar si le hace falta algo a los demás invitados. No esperes a que te lo pidan. Pero cuidado, se puede hacer costumbre y terminarás como criado asalariado.
Muy agradecido: expresa tu satisfacción por la comida o cena, o simplemente por la atención que te han brindado. Aunque el menú no te haya gustado, felicita a la cocinera. Sin embargo, no caigas en excesos, pues lejos de caer bien, puedes ganarte una patada en el trasero.
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