Mi segundo nombre es el mismo que tenía mi abuela paterna (qepd), a la cual no conocí, y cuya decisión de ponerme tal apelativo me fue otorgado por gracia y obra de mi papá, quien sin proponérselo, me desgracio la infancia. No fue a propósito, lo de desgraciarme la infancia… lo de ponerme ese nombre si. Cada vez que preguntaba el porqué me habían puesto así mi madre comentaba que no sabía cómo se había dejado convencer de llamarme Tomás.
Me mamá me gritaba ¡TOMAS! cuando me necesitaba para acompañarla a comprar en las tiendas… cuando estaba enojada… o al llamarme a comer... y me decía Paquito frente a familiares y amigos… ¡Ah! y Houdinni cuando me desaparecía de la casa sin avisar con tal de ir a ver (y tocar) a mi novia; pero eso es otra historia.
Tomás, u u u u u u u u
Otra variable de la fórmula loca que define mi vida fue que, en mi escuela primaria había otro Francisco, a quien por cierto ya contaba con el apodo de Pancho. Yo, por ser más chico y por ende más pendejo, no tuve más remedio que aceptar no ser ni Francisco, ni Paco, ni mucho menos Pancho, sino que se me quedó el Tomás.
Chinga tu madre Cepillín.
En la década de los 70s saltó a la fama un dentista disfrazado de payaso, toda una figura del espectáculo: Cepillín (Ricardo González Gutiérrez). El tipo bailaba, decía chistes, dibujaba, contaba historias y… para desgracia mía, le dio por cantar. Y una de esas canciones era un cover de una canción en inglés que, no se por cuál estúpida razón al pasarla a nuestro idioma decidieron dejarle en el estribillo el nombre de Tomás. No le pudo poner Carlos, o de perdido Jonás para que rimara con lo que quería... ¡Noooooooo! Le puso Tomás.
Y como en la canción el tal Tomás no es nada agraciado, cada que mi nombre salía a relucir, alguien soltaba el ulular que completaba el coro de la canción. Tomás, u u u u u u u u, que feo estás. Futuras investigaciones me indicaron que no fue el payaso quien la inventó el cover… ya otra cantante la había hecho suya, pero fue Cepillín quien la catapultó a la fama internacional.
… después de las espinillas
Claro que, cuando salí de la secundaria levanté mi puño al cielo, tal como lo hiciera Scarlett O'Hara en Gone with the wind (lo que el viento se llevó), y jure que eliminaría mi segundo nombre de la faz de la Tierra. Por eso, quien me saluda diciéndome Tomás deduzco que lo conozco hasta la secundaria, y quien me dice Paco es del periodo inmediato posterior. Incluso algunos de los amigos cercanos ni supieron que me llamaba Tomás hasta que lo dijeron bien fuerte en la graduación.
¿Y Perry?
Imagino que hasta aquí todo esto suena a historia del Dr. Doofenshmirtz, el científico loco de la serie infantil de Phineas y Ferb. Primero les cuento una historia que marcó negativamente mi infancia y luego le digo que invente una máquina que termine con –neitor, y que le hará algo a todos los habitantes del área limítrofe. En todo caso, haría un Tomasineitor, y haría que todos se llamasen Tomás. ¡ Ja, ja, ja, ja , ja, ja ! Que malo soy.
Ok... No. :(
El recuento de los daños se hace menos con los años (hijo le que buena frase, se la voy a recomendar a Paulo Cohelo o a Gloria Trevi). Con la suma de pasteles de cumpleaños llega la madurez, las canas y la barriga (entre otras cosas). Poco a poco te vale que y digan Tomás y que le agreguen el uuuuuuuu. Traumas más simpáticos ocupan las tardes de ocio y ese asunto escabroso de ser feo se va quitando conforme se alimenta al ego de cosas más nutritivas.
Que lindo soy, que bonito soy, como me quiero
No es tan difícil quererse mucho, tal como lo hiciere Narciso. Lo difícil es evitar darle un golpe en el hocico al pendejo de Cepillín y a mis compañeros de escuela que hacían la misma gracia. ¡Ja! PERO ESPEREN!!! No quiero que Cepillín se quede con una mala impresión de mi. Siempre me ha caído bien ese payaso, se los juro… y le perdono toda la maldad que provocó. Además, gracias a mi sensei de Tae Kwon Do, de quien aprendí un mantra que con los años he modificado hasta que ha quedado de la siguiente manera: Me vale madre.
Pero por sí las dudas
Si, por sí las dudas y como la burra no era arisca sino que así la hicieron, mis hijos tienen nombres mejor pensados. Hasta les hacíamos la combinación del RFC para ver si no salía por ahí alguna palabra rara que los definiera de por vida.
¿Si les dije que se artes marciales verdad?