A uno de mis primos le gustaba las enseñanzas del maestro Bruce Lee. Cada que venía a la ciudad le daba por enseñarnos a dar karatazos, a jugar con los chacos y poner cara de estreñido antes de soltar un golpe al contrario. Precisamente fue el maestro Bruce Lee quien decía "Sé agua, amigo mío". Con aquella frase no se refería a adoptar una personalidad escurridiza o adaptable, sino cambiante. Pero no hay que confundir lo que nos quería decir, ya que no se trata de convertirnos en una veleta emocional, sino de saber combinar lo que somos dentro del coctel social.
Yo era (bueno, lo soy a veces) de los que prefieren evitar un compromiso en vez de convivir con un nuevo círculo de personas. Sin embargo, ahora procuro decir Si más frecuentemente. ¿Por qué lo hago? ¿A qué le temía? Después de todo así comienzan las amistades.
Quizás se trata de una forma extraña de autoprotección. Las experiencias anteriores en ese tipo de eventos habían sido pésimas y prefería ahorrarme el mal rato. Pero cada oportunidad es diferente.
Y fue precisamente una enseñanza de Hugo la que no entendí completamente hasta ya grande. En un baile al que iría la que ahora es mi esposa, yo no tenía ganas de ir, con la excusa de que no estaría bueno el ambiente. Sin embargo, mi primo me convenció de ir diciéndome que: El ambiente no está hecho, uno va y lo hace. Y tenía (y tiene) toda la razón). Bueno, el caso fue que al llegar ella comenzaba a bailar con otro [¡Ja!]. (¿a poco cree que nada más tu tienes buena memoria amor mío?)
Uno de los mayores aciertos de Stanley Kubrick, como uno de los directores de cine más geniales que han existido, fue su capacidad de transformación para los géneros cinematográficos. Fue el rey de la ciencia-ficción, el suspenso, el drama, el thriller erótico, la comedia... ¡Lo hizo todo! Pero lo más sorprendente es que siempre era la misma persona detrás de la cámara. Cada película, con su diferente estilo, nos habla de un hombre versátil. No es sencillo permitir que esa capacidad florezca dentro de nosotros, pero todos la tenernos de un modo u otro. A veces el obstáculo es el orgullo, en otras ocasiones el temor.
Es como cuando chateas (curiosa palabra, prefiero “charlar”) por Internet. Ese es un medio en el que muchos de nosotros podemos cambiar de personalidad varias veces de un momento a otro. Ahí nos atrevemos sin chistar, quizás escudados detrás de la seguridad de que la máquina nos protege del contacto directo, pero ¿por qué no hacer lo mismo cuando estamos frente a un extraño o ante una nueva empresa? (empresa en el sentido de actividad).
Las adversidades dejan salir nuestras capacidades más ocultas. Súbitamente nos vemos obligados a actuar de modos desconocidos y, con frecuencia, salimos adelante. Si ese poder está oculto en nuestro interior debemos invocarlo siempre. No es necesario estar bajo presión para volver a moldear lo que tenemos y somos.
Hay que intentar cambiar en el mejor momento de nuestras vidas, carreras, relaciones y conversaciones. En todo. De ese modo estaremos vigentes, tendremos la atención del resto y nos encontraremos preparados para una nueva serie de retos.
... ahora quiero aprender a bailar como mi cuñado.
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