Contra la expulsión del chocolate de la mesa durante el ayuno religioso, hubo un argumento elocuente. Lo relata Giovanni Batista Gudenfridi, en una obra publicada en Florencia en 1680, específicamente como respuesta a un panfleto antichocolate de un tal Francesco Felini, quien aseveraba que era tanto un alimento como un afrodisiaco. Aquí el astuto Gudenfridi contraataca con una narración de la vida de esa santa dominica, santa Rosa de Lima, la "Virgen de Perú": se nos dice que un día, tras muchas horas de una ardiente elevación espiritual, la Joven Santa [Santa Fanciulla], sintiéndose desvanecer, sin aliento y debilitada del cuerpo, vio a su lado a un ángel, que le entregó una tacita de chocolate, con el cual ella recuperó su vigor y sintió volver sus fuerzas.
Le pregunto al señor y caballero Felini qué piensa de este ángel. ¿Cree que es un ángel de oscuridad o de luz? ¿Bueno o malo? No puede considerarlo malo sin agraviar, por decir lo menos, la confianza que se le debe al historiador. Pero, si era bueno, ¿cree acaso que si el chocolate fuese un veneno para la castidad, el ángel se lo hubiese llevado a una virgen de Cristo? Si el chocolate inyecta en las venas de quienes lo beben el espíritu de la lascivia, ¿piensa que el buen ángel le hubiese dado tan siquiera un sorbito a una doncella que era el templo del Espíritu Santo? ¿Le parece que si el chocolate merece el nombre de líquido diabólico Dios ordenaría, o permitiría, que por la mano de sus ángeles se le diese tal bebida a una de sus desposadas?