Parte uno.
Pepito, el de los cuentos, llego ante el escritorio de la maestra a inicio de la clase. Fue el último en entregar la tarea la cual le solicitó la maestra a todo el grupo para entregar ese mismo día.
La mayoría de los niños del salón entregaron sus deberes de forma impecable, algunos engargolados, otros de más capacidad económica incluso lo encuadernaron.
Pepito en cambio llevaba una par de hojas escritas a mano, emborronadas, manchadas de aceite de cocina, rotas y unidas por tan sólo un doblez en la esquina superior izquierda.
- ¿Qué es esto Pepito? - Le cuestiono la maestra.
- Eso es mi tarea - respondió el chiquillo.
- ¡Pero si a esto le falta presentación!
- Faltaba más querida profesora. ¡CON USTEDES... LA TAREEEEA!
Parte dos.
En el libro de ficción Enemigo mío, Barry B. Longyear nos narra una historia de dos especies enemigas luchando por el control de planetas habitables en alguna parte de una galaxia. Hasta aquí es la clásica Space Opera, muy al estilo Flash Gordon. Sin embargo, en un giro de la trama, los personajes principales y enemigos a muerte se ven enfrascados en el dilema de tener que ayudarse mutuamente para sobrevivir en el inhóspito planeta en el cual quedaron atrapados.
La forzosa convivencia y la necesidad mutua de socializar los arroja irremediablemente al campo de la filosofía. Una vez llenadas sus barrigas disponen del tiempo para especular e intercambiar ideas abstractas.
Uno de los planteamientos que propone el extraterrestre al humano, es cuestionarse quién es.
- Soy un piloto - responde Davidge (el Homo Sapiens)
- Eso es lo que haces, no es quien eres - le responde el Draco.
Y cada vez que Davidge contestaba algo que lo definía, Samis (el Draco) le reviraba la respuesta para hacerlo dudar sobre su propia visión de lo que él mismo era.
To be or not to be, escribía Shakespeare, ser o no ser, he ahi el dilema. Davidge no supo presentarse a sí mismo.
Parte tres.
¿Conoces la utilidad de los bailes de quince años? Esas fiestas en las que una chica de (obvio) quince años celebra su integración a la sociedad adulta. Pues si, para eso sirven, para decirle de manera formal al mundo que la chiquilla existe y se encamina a su preparación como mujer. Por ello el baile, el vestido, la cena y como no, el brindis del papá o de algún tío elocuente.
¿Y a qué viene lo de la quinceañera? Calma… calma, ya lo sabrás.
Parte cuatro.
Uno nunca sabe cómo influyen nuestras palabras en las personas a quienes educamos o a quienes tenemos la oportunidad de educar. Pueden ser hijos, sobrinos, alumnos o incluso compañeros de trabajo.
Puede ser que una frase o un gesto que para nosotros sea irrelevante, a uno de estos pupilos le sirva de guía o le marque la vida por y para siempre.
Imagina que tienes que presentar a tu hijo ante una persona quien nunca ha sabido nada de él; después del saludo y la presentación del nombre ¿cómo percibes quién es?
- Te presento a Fulanito de Tal, mi hijo, el pintor (o el médico... el perezoso... el patinador... el coleccionista... o lo que sea.
¿Cómo lo marcas? ¿Cómo lo defines? ¿Cómo lo identificas?
En una ocasión, una persona me presento como lo que soy pero no me había dado cuenta de que lo era. Y me sentí muy bien al escuchar la definición. De verdad que mis oídos se deleitaron. Y no cambió mi forma de ser, pero si me ayudo a entender una parte de lo que me identifica interiormente y como quiero que me conozcan.
Y lo mismo le pasó al documento de Pepito, al piloto de naves de combate Davidge y a la quinceañera; una buena presentación era todo lo que necesitaban para apreciarlos mejor. No les cambia ni una molécula, pero se percibirán de una forma totalmente diferente.
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El poder de la presentación.
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