Por fin… por fin cumplí mi meta de no tomar Coca Cola (ni ningún otro refresco embotellado) durante 100 días.
¿De dónde surgió tan descabellada idea?
Sencillo, tomaba demasiada Coca Cola, tanta como dos litros diarios cuando era posible; aunque no era refresco del regular, prefiero la Coca Cola Zero, o Light si no queda de otra. Hace ya años que procuro no tomar la “normal”, la endulzada con azúcar, y aun así, la decisión de dejarla surgió primero por el costo que me implica mantener el gusto (o vicio) de tomar de ese líquido negro omnipresente.
La idea de evitar el refresco se me ocurrió un día último de Octubre, por lo cual inicie justamente el día primero de septiembre. Durante la primera semana casi podía oler, sin tener cerca, al líquido oscuro y burbujeante; supongo y se trataba del síndrome de abstinencia. Fue hasta la segunda semana cuando la tentación por beber una refrescante botella heladita de… Coca Cola.
Todo aquel que se enteraba de mi reto intentaba sobornarme regalándome una bebida gaseosa… siempre dije que no (gracias), pudo más mi fuerza de voluntad inquebrantable. Y haciendo un recuento, sólo 9 de los 100 días no tuve a mano una Coca Cola… ya fuera regalada, o disponible en una fiesta, o en la comida con la familia… la Coca Cola está en todas partes, a toda hora.
Lo veo en los albañiles en su hora de comer, en la gente de la calle, en el magisterio, entre mis alumnos, en todas partes, todo el mundo bebe y bebe y vuelve a beber… como los peces en el río… beben y beben Coca Cola.
Y claro, una vez que pasé de la primera semana me dio por presumir mi dieta en todas partes. Ahí descubrí que hay muchos más con la consigna de dejar de consumirla. Hay quienes llevan miles de días, a quienes felicito, y hay otros que siguieron mi ejemplo.
Siempre ha habido refrescos en casa, los recuerdo desde el inicio de mi existencia. En mi memoria hay momentos ligados a una botella verde-transparente… y en las fotos del álbum familiar siempre hay en la mesa tres o más botellas a medio tomar o vacías encuadradas frente a la escena de alegría y felicidad fraternal.
Pero la dejé por 100 días… y el 101 me tomé una light en botella de vidrio… y como dijo Katy Perry: Me gustó. Me gustó y al terminarla me rechinaban los dientes desacostumbrados.
¿Y qué sigue? Pues procuraré no comprarla ni tomar mucha cuando haya gratis; cambiar a bebidas como te y sobre todo tomaré agua… simple y llana agua.
Y resulta que durante éste periodo de asistencia me sentí con más ánimos, dormí mejor, disfruté más los sabores de la comida, bajé de peso, redujo mi panza y el sueño me llega a la misma hora todos los días… ya no sufro de insomnio. Todo lo anterior sin estar a dieta.
Y hoy ya no la prefiero.
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