¿Tiene alguna función la cerilla de las orejas?

El cerumen, también conocido como cerilla, es una sustancia amarillenta y pegajosa que se produce de forma natural en el conducto auditivo externo. Su función principal es proteger el oído interno de agentes externos como polvo, suciedad, insectos pequeños y microorganismos. Además, ayuda a mantener la humedad adecuada y facilita la autolimpieza del conducto auditivo al atrapar las partículas y luego desplazarlas hacia el exterior. Generalmente se elimina de forma natural con los movimientos de la mandíbula al hablar o masticar, por lo que no es necesario retirarlo constantemente por medios externos, a menos que cause problemas o lo indique un profesional.

Enviado desde mi iPhone, el mensaje de distinción

Lleno de insensatez y sin detenerme a analizar cuántas orejas no involucradas activamente en la conversación me rodeaban, decidí señalar lo que a mi parecer es el detalle que distingue a un gentleman de un pelafustán en la actualidad. "Es de mal gusto enviar emails desde un iPhone”, señalé, "sin antes haberse tomado la molestia de modificarla firma por defecto que dice `Enviado desde mi iPhone: Es el equivalente a comprarse un traje Hugo Boss y no quitarle la etiqueta de la manga para que todos vean que traes un Hugo Boss': Me pareció un símil justo, pues considero que una firma que dice `Enviado desde mi iPhone' (o, en el caso de los anglófilos, Sent from my iPhone) no aporta nada trascendente al recipiente de un correo electrónico salvo la presunción de que, en efecto, el autor de aquel email tiene un iPhone. Si tan solo la nota dijera: "Enviado desde mi iPhone mientras cruzaba la calle y apenas podía voltear hacia la pantalla de 3.5 pulgadas de mi aparatejo" o "Enviado desde mi iPhone en Periférico y totalmente escrito con la mano izquierda mientras cambiaba de velocidad con la mano derecha y sostenía el volante con la rodilla izquierda mientras metía el clutch y aceleraba un poco para que el auto no se me apagara" o "Enviado desde mi iPhone, cuyo teclado es completamente imposible de utilizar con mis dedos gordos como embutido", su existencia sería justificable. Tal vez eso haría que pasáramos por alto los errores ortográficos. O la pésima redacción. O la ausencia total de acentos. O la aparición de palabras fuera de contexto. Pero no. "Enviado desde mi iPhone" no dice nada, salvo que, al igual que millones de personas han hecho a partir de 2007, compraste un iPhone.


Estoy seguro de que adquirir un iPhone, además de ensartar al usuario con planes de renta a dos años y promociones de 12 meses sin intereses para pagar el codiciado dispositivo, brinda muchas comodidades. Sin embargo, estoy seguro de que la exclusividad no es una de ellas. ¿Quién podría sentirse parte de un club exclusivo cuando el de Apple es el teléfono más vendido actualmente? Todos tienen uno o se encuentran próximos a tenerlo. En serio. Si lo que buscas es exclusividad en un teléfono móvil, lo más prudente (aunque costoso) es recurrir a marcas como Vertu, creadores de teléfonos de lujo con zafiros y diamantes incrustados y todas esas cosas que los estúpidamente ricos y superficiales aprecian.


De súbito, solo sentí que se me echaron encima verbalmente con un elegante "tus patas", seguido de un inesperado, habilidoso y rotundo "eres un acomplejado". “Nadie piensa en eso. Solo tú. Hay muchas otras razones para dejar la firma”, me dijo, para el nocaut, una integrante de la Santa Inquisición de San Steve Jobs, cuyo nombre mantendré en el anonimato por miedo a represalias. Me quedé callado como quien descubre que acaba de escupir una gran estupidez y recapacité sobre lo que recién había dicho. No, no existía nada malinterpretable. Estaba convencido de que existe por lo menos una norma de etiqueta que resulta transgredida al no quitar la firma preconfigurada de un iPhone antes de enviar correos electrónicos. Sostuve mi postura pidiéndole a mi agresora que me listara al menos un buen motivo para dejar tal letrero más allá de la banalidad de presumir. Ella se negó a responder citando que no porque yo lo creyera cierto, eso lo hacía una verdad absoluta. La discusión se empantanó. Silencioso, pero atento, el jurado probablemente se dividió. Sé que tal vez perdí la pelea. De cualquier manera, estoy seguro de que aquel mismo día, probablemente en la noche, justo antes de dormir, mi inquisidora desbloqueó su iPhone, presionó el icono que dice `Configuración', fue a `Mail, Contactos y Calendarios' y, por vez primera desde que compró aquel teléfono —idéntico a millones y millones de teléfonos allá afuera—, en la opción que dice "Firma", dejó el espacio en blanco.

Por: A. R. Sánchez

Enviado desde mi iPhone


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