Mi nombre es Oleg Jasso y soy un viajero habitual en el tiempo. He vacacionado en el pasado durante los últimos 10 años y, hasta ahora, no había sufrido el menor contratiempo. El sistema es muy seguro: Si el viajero pesa ochenta kilos, no hay mas que extraer la misma masa del pasado e intercambiarla por el vacacionista. Es una regla que no debe ser violada jamás, o se corre el riesgo de provocar una catástrofe de proporciones insospechadas, pues la cantidad de materia debe permanecer constante en ambos lados del tiempo.
Mi último viaje no fue del todo bien. El técnico cometió un error y en lugar de extraer aire o agua del pasado, transportó a un individuo hacia nuestro tiempo y el pobre murió durante el procedimiento. Se trataba de un científico cuyas aportaciones habrían de ser importantísimas para el desarrollo de la humanidad, y las autoridades de mi tiempo consideraron que su muerte atentaba seriamente contra la evolución de la historia y de la disciplina a la que se dedicaba el sabio en cuestión.
El hombre que murió tenía veinte años, y yo treinta y uno. Compartíamos la complexión y el color de piel, pero en todo lo demás éramos completamente diferentes y la autoridades decidieron que yo debía sustituirlo hasta que hallaran la forma de solucionar el problema de otra forma. Un equipo de cirujanos plásticos viajó al pasado y fui sometido a una intervención que me permitió simular ser él. Recibí implantes cerebrales que me ayudaron a recordar todas las cosas que el científico habría de hacer y que me permitirían hablar su lengua materna.
Han pasado ya cincuenta y seis años desde entonces. Los científicos de mi tiempo jamás encontraron una solución al incidente y, durante todo este tiempo, he debido vivir una vida que no es la mía, como un actor que sigue un libreto día y noche. Me he casado con la mujer que, según la historia, eligió el sabio y he procreado hijos con ella. He tenido que renunciar a mi propia historia y hasta a mi nombre. Ahora me apellido Einstein y la gente me rinde honores porque piensa que soy un genio. Lo más triste de todo es que en pocos meses he de morir para no alterar en nada los delicados hilos de la historia.
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