En 1932, un joven estadounidense cayó muerto luego de bailar 48 horas en un maratón de baile. En estas sesiones de competencia dancística, a varios concursantes les extrajeron muelas, otros se casaron y algunos hasta se volvieron locos. En 1923 se llevó a cabo el primer maratón en Inglaterra, que duró nueve horas. El mismo año, en Nueva York, Alma Cummings bailó durante 27 horas, en las que agotó a seis compañeros de baile. En la década de 1930, los maratones —que Hollywood llevó a la pantalla en 1969, en They Shoot Horses, Don't They — se volvieron un gran negocio. En plena Depresión, competir significaba la oportunidad de ganar un premio en efectivo y comidas gratuitas por un tiempo, hasta ocho diarias. Ganar o continuar casi hasta el final auguraba fama inminente; aunque el precio fuera la pérdida de la dignidad humana y, a menudo, lesiones físicas. Las reglas eran estrictas: en cada hora, los concursantes debían estar 45 minutos en constante movimiento. Sólo se permit...