Quienes disfrutan del intercambio de golpes entre dos oponentes sobre el cuadrilátero deben cuestionarse en serio su afición: por un lado, los apologistas de este deporte afirman que con las debidas precauciones no hay de qué preocuparse, (opinión que no es compartida por muchos médicos, que la consideran una actividad de alto riesgo), pues aunque no se le atribuyen tantos decesos como en otros deportes, esta cifra es nada cuando se toman en cuenta el daño que provoca a los ojos y al cerebro.
Las cortadas y los moretones son las lesiones más comunes entre los púgiles (al abandonar el ring muchos necesitan suturas y curaciones dentales); los golpes dados con saña pueden provocar costillas rotas y hemorragias internas. y como parte de la estrategia consiste en golpear al contrincante repetidamente con frecuencia alrededor de la cabeza, los riesgos más graves son precisamente los daños al cerebro.
Veamos: la mayoría de las heridas sanan fácilmente, no así las del tejido cerebral, que una vez dañado ya no se recupera. Los síntomas de que se ha consumado este daño, comúnmente conocido como estar "aturdido por los golpes", incluyen un habla torpe, reacciones lentas e incluso pérdida del conocimiento.
El daño cerebral ocurre de dos formas:
- CATASTRÓFICAMENTE, después de una herida recibida en un asalto, cuando un vaso sanguíneo de la cabeza se rompe y la sangre y el coágulo resultantes ejercen presión en el tejido circundante.
- GRADUALMENTE, lo que implica que el cerebro se daña a consecuencia de los repetidos golpes en la cabeza.
Las lesiones externas muchas veces no reflejan el daño producido en los tejidos internos. Imagínese la nariz de un boxeador y las repetidas fracturas que sufre. Ahora considere de la misma forma el cerebro, el boxeador puede recuperarse de la nariz rota y volver a respirar, pero al final del día termina con una nariz deforme y llena de cicatrices. Ahora trate de ver el cerebro.
Ante tan desolador panorama, ¿qué tratamiento hay disponible para los boxeadores? Porque si bien la atención médica ha mejorado mucho con el tiempo, sería mejor decir que se ha convertido en el departamento de urgencias del cuadrilátero. En 1995 la Cámara Británica de Boxeo introdujo una serie de medidas para mejorar la seguridad de los contendientes: se volvió obligatorio un examen para boxeadores y se amplió el lapso entre combates de los boxeadores de 28 a 45 días.
Sin embargo, los médicos siguen preocupados por las heridas en torno a la cabeza, ya que en el box se trata de golpear esta parte del oponente. No obstante, la solución a este dilema podría estar en manos de los mismos médicos. Hay un medio para convertir a este deporte en algo menos dañino: los médicos podrían retirar su apoyo y negarse a estar presentes en las peleas de box.
La presencia médica es un requisito para que se desarrolle algún encuentro; y dado los peligros que representa este deporte, si ningún médico se presta a avalarlo, sencillamente el encuentro no podrá llevarse a cabo. Esto podría forzar a que se tomen medidas de seguridad más rigurosas. Como quien dice, "mucho ruido y pocas nueces".