Por extraño que parezca, la respuesta es afirmativa. Peter Bernath de la universidad de Waterloo en Canadá estudió el espectro de una mancha solar vista en 1991, que tenía la temperatura más fría nunca registrada antes en el Sol. De acuerdo con un artículo aparecido en Discover en enero de 1996, descubrió junto con sus colegas que el espectro mostraba un indicio muy débil de agua. A pesar de que no he sido capaz de localizar en la literatura técnica el anuncio protocolario de este descubrimiento, es evidente que el agua no se descompone por completo si no es a temperaturas superiores a los 5,000 °K, de forma que el vapor de agua puede existir en el Sol.
La cantidad de agua indicada por la medición de la luz de la mancha solar, del tamaño de la Tierra, bastaría para llenar un estanque cuadrado de más de 6 kilómetros de lado y de una profundidad de unos 300 metros. En la edición de la revista Science del 18 de julio de 1997, Oleg Polyansky y Jonathan Tennyson del University College de Londres, descubrieron también una mancha solar con una temperatura de unos 3.000 °K, y hallaron una correspondencia exacta con el espectro teórico del agua a esa temperatura. La gran pregunta es cómo llegó allí el agua por primera vez. Una posibilidad es que se trate de un remanente de la nube interestelar a partir de la cual se formaron el Sol y los planetas hace unos cuatro mil setecientos millones de años. Podría existir mucha más agua en el Sol esperando a ser detectada. El agua (en forma de vapor) también ha sido detectada en las atmósferas de las estrellas rojas supergigantes Betelgeuse y Antares. Esta agua se formó probablemente por condensación a partir de las capas exteriores más frías de dichas estrellas, a temperaturas de tan sólo unos pocos miles de grados.
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