¡Eso parece! Si se confía en nuestro conocimiento de la vecindad solar, el próximo paso a través de una nube de polvo ocurrirá en un plazo aproximado de tiempo comprendido entre 20.000 y 50.000 años. En la reunión de junio de 1996 de la American Astronomical Society (Sociedad Astronómica Americana), la astrónomo Priscila Frisch y sus colegas pasaron revista a propuestas previas que apuntaban a que el Sol podía haberse adentrado ya en los límites de una nube interestelar cercana llamada el Penacho Local hace unos pocos miles de años. Tal como se describe en un artículo del suplemento de ciencia del New York Times (18 de junio de 1997), el sistema solar se está desplazando aparentemente a lo largo de una dirección que nos aproximará con certeza a la cercana superburbuja en expansión Scorpius-Centaurus (Escorpión-Centauro), que es una vasta cavidad en el medio interestelar que se ha hinchado por la acción de cientos de luminosas y masivas estrellas desde unos cuantos millones de años atrás. El límite frontal de la superburbuja. Scorpius-Centaurus, llamado Lazo 1, parece consistir en un número creciente de nubecillas de diverso tamaño y densidad. El Sol, luego de haber permanecido aparentemente muchos centenares de milenios en regiones tranquilas del medio interestelar, parece que se está moviendo ahora acercándose a la pared de dicha cavidad.
Cuando el sistema solar entre en esa nube, lo primero que ocurrirá será que el campo magnético y la heliopausa del Sol, que ahora se extiende probablemente hasta 150 unidades astronómicas (UA) del Sol, resultarán comprimidos hacia el interior del sistema solar. Cuando eso ocurra, la Tierra podría quedar expuesta a un bombardeo acrecentado de rayos cósmicos. Para empeorar las cosas, el propio campo magnético terrestre está disminuyendo conforme entramos en la próxima era de inversión del campo en unos pocos miles de años. Si el campo de la Tierra se reduce al mínimo a la vez que el sistema solar viaja al interior de la nueva nube, el flujo de rayos cósmicos en la proximidad de la Tierra pudiera llegar a ser muchísimas veces mayor que el valor actual. La atmósfera nos protegería de ello, pero las actividades espaciales correrían el riesgo de la exposición aumentada a la radiación. Los viajes interplanetarios dentro de unos pocos miles de años podrían convertirse en un verdadero peligro para la salud.
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