La teoría de Darwin sobre la "selección natural" dice que las especies desarrollarán adaptaciones especializadas según el ambiente donde vivan. Pero el mundo natural presenta muchas excepciones a esta tendencia. Los rabihorcados, por ejemplo, son aves de los mares tropicales cuyas plumas, patas y alas son inadecuadas para una forma de vida acuática.
Sus plumas no son impermeables, por lo que no pueden nadar ni zambullirse para pescar sin quedarse varados. Como sus patas sólo son parcialmente palmeadas, serían incapaces de chapotear si tuvieran que posarse en el agua. Para que funcionen sus ligeras y largas alas, de poco más de 2 m de envergadura, necesitan una corriente de aire bajo las mismas. Si estas aves trataran de reemprender el vuelo después de haberse posado sobre el océano, batirían inútilmente sus alas contra las olas.
Los machos lucen su rojo cuello abolsado durante el cortejo nupcial.
También en tierra las alas de los rabihorcados son un estorbo; pero éstos construyen sus nidos sobre rocas altas o en la cima de los árboles, desde donde se lanzan a su verdadero elemento: el aire. Ahí son capaces de suspenderse por horas. Viven de acosar a otras aves marinas: las obligan a regurgitar su alimento; con asombrosa destreza, atrapan lo que aquéllas arrojan antes de que llegue al agua. Además, pueden pescar cerca de la superficie del mar, sobre todo, peces voladores.
Hay muchas formas de ganarse la vida en el mar, y los rabihorcados practican un antiguo método muy familiar a la gente de mar: la piratería. Cuando es difícil conseguir alimento es lógico dejar que otros lo hagan por uno. Si se les compara con otras aves marinas, el rabihorcado parecería mal adaptado. Pero como pirata, ninguno se le iguala: se alimenta de pescado, sin mojarse siquiera las patas o las alas.
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