"¿El doctor Livingstone, supongo?"
Henry Morton Stanley miró fijamente al viejo enfermo que estaba parado entre el gentío de la tribu en la aldea de Ujiji, en lo que hoy es Tanzania. Indispuesto él mismo, se quedó de momento sin habla. Luego se quitó el sombrero y dijo con sosiego: "¿EI doctor Livingstone, supongo?"
El anciano dudó y al fin pronunció, con una sonrisa, la única palabra que importaba a Stanley: "Sí."
Este famoso diálogo del 10 de noviembre de 1871 enmarcó el fin de la ardua búsqueda de David Livingstone. El misionero y explorador escocés se había lanzado cinco años antes a buscar las fuentes del Nilo y había desaparecido en la región del lago Tanganica. En octubre de 1869, Stanley, reportero del New York Herald, fue enviado a localizarlo y llevar de vuelta la crónica en exclusiva. En enero de 1871 llegó a Zanzíbar, isla cercana a la costa oriental de África, y empezó a organizar la expedición. Dos meses después, con un pequeño ejército de cargadores, soldados y bestias de carga, partió del puerto de Bagamoyo, frente a Zanzíbar, rumbo al oeste.
La marcha era difícil, a través de una campiña perturbada por guerras tribales. Muchos de los hombres desertaron; otros fueron asesinados o perecieron por enfermedades. Stanley, quien también enfermó, estaba a punto de regresar cuando la noticia de un hombre blanco en Ujiji lo acicateó.
Pocos días después, terminó el rastreo. Stanley, deseoso de hacer notar a los aldeanos que su destacamento no se acercaba a ellos furtivamente ni con intenciones de invadirlos, entró en la aldea con un estruendo de trompas y salvas de fusilería. Livingstone se alegró de conocerlo y se mostró ávido de noticias de su patria.
Cada quien por su camino
Los dos hombres pasaron cuatro meses juntos, explorando las márgenes septentrionales del lago Tanganica. Cuando Stanley partió, en marzo de 1872, suplicó a Livingstone, ya muy enfermo, que regresara con él. Pero el misionero se negó. Stanley fue el último hombre blanco que lo vio con vida.
Antes de volver a Estados Unidos, Stanley tuvo en Inglaterra una recepción variada. Aunque hubo quienes lo alabaron, la prensa lo satirizó y la Royal Geographical Society lo ridiculizó. Muchos dudaron de la veracidad de su extraordinario relato. Se llegó a decir que no había encontrado a Livingstone, sino que éste había rescatado a Stanley. Algunos insinuaron que ni siquiera había estado en África.
Sin embargo, Stanley fue reivindicado cuando la familia de Livingstone verificó cartas y documentos que había traído de África. La reina Victoria le agradeció personalmente sus servicios y le regaló una tabaquera de oro. Y finalmente, también la Royal Geographical Society reconoció sus logros.
Cuando Stanley supo de la muerte de Livingstone en 1873, regresó a África para continuar la búsqueda de las fuentes del Nilo. Aunque en esto no tuvo éxito, entre 1874 y 1884 descubrió el río Congo y lo siguió a lo largo de 2,400 km hasta su desembocadura.
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