Lanzándose de acá para allá, batiendo las alas hasta 78 veces por segundo, los colibríes viven con un ritmo febril. En proporción a su peso, gastan más energía que ningún otro animal de sangre caliente. Si queman tanta energía se debe en parte a que su diminuto tamaño requiere de un agitado ritmo de vida. Cuanto más pequeño es un animal, tanto mayor es la superficie corporal que tiene por gramo de peso. Los colibríes sólo se encuentran en América, donde hay casi 320 especies.
El cuerpo de estas aves, por lo general de 6 a 13 cm de largo, tiene masa insuficiente para producir el calor que compense el que se pierde a través de su relativamente grande superficie corporal. Es por esto que requieren mucha energía, para mantener su elevado índice de metabolismo. Su temperatura corporal es de 39 a 42°C, con frecuencia cardiaca cercana a 500 latidos por minuto en reposo, que excede de 1,000 latidos por minuto o incluso más cuando está muy activo.
Obtiene energía de comer insectos y, ante todo, del néctar, rico en calorías. En general, necesita ingerir diariamente el equivalente a la mitad de su propio peso. Si las personas gastaran cantidades similares de energía, en proporción a su peso, tendrían que consumir cada día 60 kg de pan o 170 kg de papas hervidas, para obtener suficientes calorías.
A fin de ahorrar energía durante la época de frío, los colibríes se aletargan y caen en un profundo sueño que dura varias horas. Su temperatura corporal desciende hasta ser sólo unos cuantos grados mayor que la ambiental. A 15°C, el colibrí durmiente consume solamente la quincuagésima parte de la energía que utiliza cuando está activo.
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