Para hacer su incesante trabajo, el cerebro necesita obtener energía de los alimentos, y los que permiten extraerla con más eficiencia son los carbohidratos (contenidos en el pan, el frijol y el arroz, por ejemplo). Los procesos metabólicos los descomponen en glucosa, que circula en la sangre y es la fuente primaria de energía para las células.
El cerebro exige mucha glucosa de la sangre: aunque sólo pesa alrededor de 2% del total del cuerpo, consume casi un quinto de la glucosa. Además, para estar sano, el tejido cerebral requiere 10 veces más sangre que el tejido muscular, lo cual se debe a que el cerebro, a diferencia de los músculos y diversos órganos, no puede almacenar la glucosa para usarla después. Necesita alimentarse todo el tiempo y la glucosa le es imprescindible; sin ella, carecería de energía para enviar mensajes a las neuronas.
Las grasas y las proteínas son más difíciles de convertir en glucosa; en caso de apuro, el cuerpo la obtiene de las grasas, pero entonces se producen unas toxinas llamadas cetonas que, al circular en la sangre, causan irritabilidad, apatía y cansancio. Ciertas dietas para adelgazar provocan una acumulación de cetonas en la sangre.
Y como no sólo de pan vive el cerebro, para pensar, recordar y analizar no sólo requiere glucosa sino también proteínas, que le sirven para producir ciertas sustancias indispensables, denominadas neurotransmisores. En este sentido, podría decirse que, para alimentar al cerebro, el pescado "da buena espina", puesto que es una riquísima fuente de proteínas, como también lo son la carne y casi todos los lácteos.
Las proteínas no van directamente al cerebro: durante la digestión son descompuestas en moléculas de aminoácidos, o "ladrillos" de que están hechos los neurotransmisores. El triptófano, por ejemplo, sirve para producir la serotonina, neurotransmisor que interviene en el estado de ánimo y en la percepción del dolor. Y de la tirosina (otro aminoácido) se obtiene la dopamina, que interviene en la percepción del placer y en el estado de conciencia.
Comer demasiadas proteínas no vuelve a nadie más sabio, aunque quizá sí más gordo por efecto del exceso de calorías. Y no comerlas durante mucho tiempo acaba con el cerebro, que llega literalmente a alucinar o que, para evitarlo, se ve obligado a saquear las proteínas del tejido muscular magro del organismo. Por eso, quienes no comen como es debido tienen una apariencia exangüe, larguirucha y desmedrada.
En muchos sentidos, el cerebro es el más protegido de todos los órganos del cuerpo. Hasta tiene lo que podría llamarse un acuerdo especial con el sistema circulatorio. Antes de llegar al cerebro, toda sustancia del torrente sanguíneo tiene que cruzar por una densa red de células y de vasos capilares: la barrera cerebrovascular, tan apretada que sólo ciertas moléculas pueden rebasarla. Las pequeñas moléculas de oxígeno, por ejemplo, pasan con mucha facilidad, y además ayudan a que pasen los aminoácidos y la glucosa; asimismo, se permite el paso de ciertas sustancias que modifican el estado de ánimo: cafeína, alcohol y morfina, por ejemplo.
La hipófisis y ciertas partes del hipotálamo no están protegidas por dicha barrera porque deben quedar expuestas a la acción de las hormonas que viajan en la sangre. Por consiguiente, los cambios fisiológicos que podrían perjudicar el equilibrio del sodio, la glucosa, el potasio y otras sustancias cerebrales, pueden corregirse sin tardanza.
Un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), publicado por el sitio Ser Médico del Sindicato Médico del Uruguay (SMU) enumera los 11 hábitos cotidianos que pueden afectar el cerebro y su rendimiento
¿Cuáles son?
1. No desayunar: no ingerir buenos alimentos al comenzar el día reduce el azúcar y las proteínas, que son nutrientes necesarios para que el cerebro inicie su trabajo en las primeras horas.
2. Cubrirse la cabeza al dormir: Taparse el rostro con una almohada, aumenta la concentración de dióxido de carbono en el cerebro y perjudica su funcionamiento.
3. Consumir muchos azúcares: esto interrumpe la absorción de proteínas y si el cuerpo no consume los nutrientes correctamente, se ve afectado el desarrollo del cerebro.
4. Falta de actividad física: el ejercicio ayuda a mantener saludable y con buen funcionamiento no sólo al cuerpo, sino también al cerebro. Puede cambiar su estructura y funcionamiento.
5. Dormir poco: esto es porque el sueño aumenta la reproducción de células que participan en la formación de mielina, un material aislante en las proyecciones de las células nerviosas dentro del cerebro.
6. Forzar el cerebro cuando se está enfermo: trabajar o estudiar mucho cuando uno está enfermo es dañino, provoca disminución en la eficacia del cerebro a largo plazo.
7. Fumar: el hábito afecta a toda la salud, pero además la exposición al cigarro en lugares cerrados por más de una hora tiene efectos en el sistema nervioso central.
8. Abusar de alimentos: luego de permanecer un tiempo a dieta se activan genes ligados a la longevidad y al buen funcionamiento del cerebro.
9. Ser solitario: la corteza prefrontal sobre los ojos es más grande cuanto aumenta el número de amigos.
10. Medio ambientes contaminados: si el cerebro está mucho tiempo en lugares contaminados, disminuirá el suministro de oxígeno al cerebro y habrá una deficiencia en el órgano.
11. Reacciones violentas y estrés: causan endurecimiento de las arterias del cerebro. Si se fortifican, la capacidad mental disminuye.