Con el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial, entre diciembre de 1941 y otoño de 1945 los miembros de la colonia japonesa en México se vieron obligados a reportarse en las oficinas de la Secretaría de Gobernación para registrarse y ser enviados a departamentos o granjas con el propósito de ser vigilados. Se desconoce con precisión el número de personas de origen nipón que vivían en el país, entre residentes, naturalizados o ilegales, aunque el estimado es de 6.000. En su mayor parte se dirigieron a la Ciudad de México o Guadalajara, y hubo campos de concentración en Celaya y el estado de Querétaro.
Dado que las relaciones entre Japón y México hablan sido buenas hasta el inicio de la guerra, el trato que recibieron por lo general fue respetuoso, sin embargo muchos sufrieron el abuso de autoridades durante su traslado a los puntos de reunión, en especial por extorsiones y sobornos. Todos recibieron ayuda del Comité de Ayuda Mutua, conocido en japonés como Kyoeikai, organizado por su embajada. Quienes estuvieron en la capital vivieron en un edificio de la colonia Santa María la Ribera y cinco casas de dos picas de Tacuba, además de la hacienda Batán, ubicada en la Magdalena Contreras, al sur de la ciudad; no eran vigilados, aunque debían registrarse a diario y seguir ciertas normas impuestas por la Secretaria de Gobernación. En la ex hacienda de Temixco, Morelos, cerca de Cuernavaca, fueron concentradas unas 600 personas, y aunque vivieron con ciertas limitaciones, las labores en el campo les permitieron satisfacer sus necesidades elementales.
Las restricciones disminuyeron de manera paulatina, y muchos encontraron trabajo en otras ciudades. Aunque su experiencia no fue tan penosa como los japoneses en Estados Unidos, la pérdida de sus negocios y separación familiar tuvo un fuerte impacto.
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