La importancia de las glándulas endócrinas (tiroides, paratiroides, hipófisis, suprarrenales, gónadas, páncreas, timo, epífisis, etc.) consiste en que por estar desprovistas de conductos excretorios, vierten directamente en la sangre sus secreciones especiales, conocidas con el nombre de incretas u hormonas; estas últimas, sumamente importantes por los múltiples beneficios que aportan al metabolismo humano.
Las hormonas de la tiroides (tiroxina y diyodotirosina) participan activamente en la combustión orgánica de los hidratos de carbono (glúcidos), de las grasas (lípidos) y de las proteínas (prótidos), favoreciendo los procesos desintegrativos y oxidativos de los alimentos. En las hormonas de la hipófisis o pituitaria, intervienen directamente en el proceso del crecimiento corporal; además, controlan y coordinan al resto de las glándulas, asegurando con ello que las numerosas hormonas que poseemos realicen su trabajo con eficiencia. Las suprarrenales que producen las hormonas adrenoesterona, que interviene en el proceso metabólico sexual y la desoxicorticosterona que participa en el metabolismo del agua y las sales minerales del cuerpo humano.
El páncreas, dividido en dos porciones, la exocrina (produce el jugo pancreático muy rico en fermentos digestivos) y la porción endocrina cuya actividad es vertir directamente en la sangre la insulina, que controla la glucosa. Las gónadas producen dos tipos de hormonas: las células intersticiales que segregan las hormonas sexuales (testosterona de los testículos y foliculina y luteína o progesterona de los ovarios). El timo, aunque para algunos científicos no encuadra entre las endocrinas, se le reconoce su acción metabólica coadyuvante en el crecimiento corporal de los niños y adolescentes (12 a 16 años en ambos sexos).
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