La totalidad de las plantas que viven en zonas desérticas reciben el nombre de xerófilas (planta: adaptadas al medio seco y de escasa lluvia); la constitución física de estas plantas varía de una especie a otra, por ejemplo: el nopal o chumbera tiene el tallo aplanado (oblongo alargado) y seccionado, produce un fruto (higo chumbo o tuna) y sus hojas están convertidas en espinas.
De esta clase son la biznaga, el maguey y el más famoso de todos: el cactus (tipo candelabro), característicos del desierto. Las xerófilas están revestidas de una epidermis cerosa que impide la evaporación; generan bellas flores multicolores que aparecen después de alguna lluvia y, por lo llamativo de éstas, atraen a los insectos, que las polinizan con rapidez. Sus raíces siempre están colocadas muy cerca de la superficie para absorber de inmediato el agua de lluvia antes de que se evapore. En algunos casos, las raíces penetran en la profundidad del suelo en busca de los estratos húmedos del terreno, tratando de localizar alguna pequeña corriente subterránea.
Debido a la aridez de las zonas desérticas este grupo, en especial los cactus, se convierte en una fuente valiosa de agua y de alimento para todo ser viviente, y si no tuvieran las espinas que los protegen de los depredadores, prácticamente habrían desaparecido. Las plantas que se desarrollan en forma silvestre en vastas áreas de los desiertos producen una fibra vegetal muy resistente llamada ixtle, la cual se utiliza en la confección de cuerdas y objetos de yute, usados para algunas actividades agrícolas. En el caso del nopal y el maguey, se cultivan huertas, de las que se explotan comercialmente las tunas, el aguamiel (pulque) y la pitahaya.
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