El colapso de la nostalgia en Stranger Things, la nueva casta de milmillonarios de la IA y el regreso al hardware artesanal - sábado, 27 de diciembre de 2025

 El fin de Hawkins y la crisis de identidad del blockbuster 

Estamos presenciando el cierre de uno de los capítulos más importantes de la cultura pop contemporánea con la llegada de la segunda parte de la quinta temporada de Stranger Things. Las reseñas no han tardado en aparecer y el consenso es agridulce. Mientras algunos alaban el cierre emocional, otros cuestionan si la figura de Vecna terminó siendo un villano a la altura o simplemente una sombra de lo que la serie prometió en sus inicios. Lo más fascinante no es solo el final, sino las teorías que han surgido, especialmente aquella que apunta a un traidor dentro del grupo principal, un giro que ha dejado a los fans diseccionando cada fotograma. Es el fin de la gallina de los huevos de oro para Netflix y se nota en la desesperación por buscar qué sigue. Lo vemos con Pluribus, cuyo final ha dejado más preguntas que respuestas, pero que claramente se posiciona como el próximo gran universo de ciencia ficción que la plataforma intentará vendernos como el sucesor espiritual de Hawkins. La pregunta es si el público tiene energía para empezar de nuevo con una mitología tan densa tras casi una década invertida en los personajes de Eleven y compañía.

Mientras Netflix se despide de su joya de la corona, James Cameron sigue en su propia burbuja temporal. En su reciente rueda de prensa sobre Avatar 4 y 5, Cameron dejó claro que su visión no se detiene, a pesar de que el público empiece a mostrar signos de fatiga ante el espectáculo visual puro. Es una industria de contrastes. Mientras Cameron mira al 2030, Zack Snyder nos devuelve al pasado revelando fotos inéditas de Henry Cavill usando el traje clásico de Christopher Reeve. Es una imagen poderosa que nos recuerda una época en la que el cine de superhéroes era simple y luminoso, contrastando con la confusión actual de personajes como Wonder Woman, cuya representación reciente ha dejado a los críticos con dudas por su falta de dirección clara. Incluso formatos de telerrealidad históricos como Big Brother están enfrentando su posible fin con rumores de cancelación para su temporada 27. Todo esto nos indica que el modelo de entretenimiento masivo que conocimos en los 2010 está en un punto de quiebre total. Ni la nostalgia ni el presupuesto garantizan ya la atención de una audiencia cada vez más fragmentada que prefiere la autenticidad de series como Fallout, que en su segunda temporada ha logrado profundizar en el lore de Shady Sands con una maestría que los grandes estudios deberían envidiar.

La fiebre del oro de la IA: milmillonarios, infracciones y el espejo de nuestras búsquedas 

El 2025 pasará a la historia como el año en que la inteligencia artificial dejó de ser una promesa para convertirse en la mayor fábrica de fortunas del planeta. Más de 50 personas se han unido al club de los milmillonarios gracias a la IA solo en este año. Sin embargo, este éxito tiene una sombra ética muy alargada que no podemos ignorar. Se ha revelado que figuras clave de empresas que hoy lideran el sector de código abierto utilizaron millones de libros protegidos por derechos de autor durante su etapa en Meta para entrenar los modelos que hoy los han hecho inmensamente ricos. Es el dilema de nuestra era. ¿Podemos celebrar la democratización de la tecnología cuando sus cimientos se construyeron sobre el trabajo no remunerado de miles de autores? La IA está creando una nueva élite financiera, pero lo hace bajo una estructura de pedir perdón antes que permiso que está empezando a pasar factura en los tribunales y en la percepción pública. Estamos viendo el nacimiento de una aristocracia digital que controla las herramientas del pensamiento moderno, pero cuya legitimidad está siendo cuestionada por la misma comunidad que dicen representar.

Esta desconexión entre el avance tecnológico y la realidad humana se refleja perfectamente en el resumen de búsquedas de Google de 2025. Leer lo que la humanidad ha buscado este año es, para muchos, un ejercicio de pérdida de fe en nuestra especie. Mientras la élite de Silicon Valley discute sobre modelos de lenguaje, el ciudadano promedio parece estar más preocupado por preguntas existenciales absurdas o por cómo lidiar con una realidad digital que lo sobrepasa. Google, en un intento de humanizarse o quizá de corregir errores del pasado, finalmente parece que permitirá a los usuarios cambiar esas direcciones de Gmail vergonzosas que creamos hace décadas. Es una pequeña victoria en medio de un mar de datos donde nuestra identidad digital es cada vez más valiosa y, a la vez, más vulnerable. La capacidad de cambiar un correo puede parecer trivial, pero en un mundo donde nuestra dirección de email es el ancla de nuestra vida financiera y social, es una concesión necesaria. Estamos viendo cómo la IA no solo cambia la economía, sino que altera nuestra forma de interactuar con la información, creando una brecha cada vez mayor entre quienes diseñan el algoritmo y quienes simplemente somos el producto del que se alimentan.

Hardware artesanal y la muerte de las habilidades analógicas 

En un giro irónico, mientras la alta tecnología se vuelve más cerrada y controlada por corporaciones, está naciendo un movimiento de resistencia entre los usuarios más avanzados: la fabricación de hardware propio. Ante la escasez y los precios inflados, muchos entusiastas han comenzado a fabricar sus propias memorias RAM y otros componentes esenciales en casa. Es el regreso al hazlo tú mismo pero a un nivel de ingeniería que antes era impensable fuera de una fábrica especializada. Este fenómeno se une a avances científicos que parecen sacados de la ciencia ficción, como la creación de un nuevo material capaz de transformarse en cualquier forma con solo tirar de una cuerda. Es un recordatorio de que la innovación no solo viene de líneas de código, sino de la manipulación física de la materia, devolviéndonos a una escala humana de creación que habíamos olvidado. Esta soberanía tecnológica es la respuesta natural a un ecosistema donde las empresas diseñan productos para ser consumidos, pero no entendidos ni reparados por el usuario final.

Sin embargo, este avance hacia el futuro nos está haciendo perder habilidades que considerábamos básicas. Un debate que ha cobrado fuerza esta semana es si saber leer un reloj analógico es ya una habilidad obsoleta. Para las nuevas generaciones, las manecillas son jeroglíficos de una era pasada, lo que nos lleva a preguntarnos qué otras capacidades analógicas estamos dejando morir en favor de la comodidad digital. Lo vemos también en la narrativa de series como Fallout, donde se explora la decadencia de civilizaciones que alguna vez fueron avanzadas pero olvidaron sus bases. Es una metáfora perfecta de nuestro tiempo. Estamos rodeados de tecnología capaz de reescribir la realidad, pero cada vez somos menos capaces de entender cómo funcionan los mecanismos más simples que nos rodean. La verdadera soberanía del futuro no vendrá de quién tenga la IA más potente, sino de quién sea capaz de reparar su propio equipo, entender el tiempo sin una batería de por medio o manipular la materia física con sus propias manos. Estamos en una encrucijada donde debemos decidir si queremos ser dueños de nuestras herramientas o simplemente usuarios pasivos de un futuro que no comprendemos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

KDD 25" Desk Mount Webcam Stand: ¡La solución para tus streams y videollamadas

¿Tiene alguna función la cerilla de las orejas?