¿Tiene alguna función la cerilla de las orejas?

El cerumen, también conocido como cerilla, es una sustancia amarillenta y pegajosa que se produce de forma natural en el conducto auditivo externo. Su función principal es proteger el oído interno de agentes externos como polvo, suciedad, insectos pequeños y microorganismos. Además, ayuda a mantener la humedad adecuada y facilita la autolimpieza del conducto auditivo al atrapar las partículas y luego desplazarlas hacia el exterior. Generalmente se elimina de forma natural con los movimientos de la mandíbula al hablar o masticar, por lo que no es necesario retirarlo constantemente por medios externos, a menos que cause problemas o lo indique un profesional.

Una legendaria ciudad de oro

El oro es el sudor del Sol. O al menos eso creían los indios chibchas de Sudamérica, y los conquistadores españoles del siglo XVI sacaron en conclusión que la tribu tenía fuentes ilimitadas del metal precioso.
Después de descubrir la enorme riqueza de los aztecas e incas, se convencieron de que encontrarían más tesoros en tierras del interior de Sudamérica, donde ciudades y países enteros llenos de oro sólo esperaban ser saqueados.

Llamaron El Dorado a un mítico lugar lleno de oro que, de hecho, nunca fue una ciudad o un país, sino el nombre de los soberanos de un pueblo indígena de las cercanías de Bogotá.

Según la tradición, cuando un rey chibcha ascendía al trono, los miembros de la tribu lo untaban de pies a cabeza con una mezcla de resina pegajosa y polvo de oro, hasta que relucía magníficamente, reflejando los rayos del Sol, dios que la tribu adoraba. Después lo llevaban a remo hasta la mitad del cercano lago Guatavita. Él se quitaba lentamente el oro del cuerpo y lo arrojaba al agua. Después se sumergía para quitarse todo el metal que seguía adherido a la piel. Entonces los miembros de la tribu arrojaban más oro al agua. Han fracasado intentos posteriores de drenar el río y extraer el preciado metal. Hasta donde se sabe, el tesoro permanece en el lago, como un legado de El Dorado, el hombre de oro.

No sólo los españoles realizaron muchos viajes infructuosos a la selva sudamericana en busca de oro, sino también alemanes, portugueses y hasta el cortesano de la reina Isabel I, Sir Walter Raleigh. A pesar de su fracaso en la búsqueda de riquezas, estos exploradores sirvieron para incluir el continente americano en el mapa, al llevar a sus países valiosa información sobre la geografía de los territorios que recorrían.

En 1667, el poeta inglés John Milton empleó el mito de El Dorado en su obra Paraíso perdido; un siglo después, el filósofo francés Voltaire lo hizo en Candide. Para entonces, la leyenda de la ciudad dorada que nunca existió estaba tan arraigada en la tradición europea como el oro en el fondo del lago colombiano.

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